29 de diciembre de 2005

REFLEXIONES SOBRE UN ÁRBOL CAIDO (BUENOS DÍAS DIOS)

El esplendoroso gigante del jardín de Bellas Artes, -o Plaza Bartolomé de Medina de Pachuca,- finalmente fue vencido por el hombre. Los trabajos para derribarlo, iniciaron el lunes siete de noviembre de 2005. La justificación que esgrimió el personal de la Presidencia Municipal de la capital del estado de Hidalgo para dictar la sentencia de muerte, fue que el cedro había envejecido más de lo conveniente, ya tenía muchas canas y ni siquiera hacía nada por teñirlas para ocultar su edad. El dictamen de los peritos aseguró que parte de sus raíces se habían secado y se corría el riesgo de algún eventual desplome.
Motosierras, hachas, machetes y miradas de curiosos, empezaron a cortar las ramas altas hasta llegar al corazón y tronco principal del insumiso. Tardaron muchas horas, pero al final dominaron y doblegaron al imbatible. ¡Hurra! ¡Se logró, el árbol no se pudo defender!

Al ver el muñón que quedó del rebelde de cuerpo de madera -sólo unos cuantos centímetros de alto,- comencé a imaginar y retrasar el tiempo mentalmente, hasta que el otrora ser vivo, era únicamente una pequeña y frágil semilla.
¿Quién lo sembró? ¿Fue accidental su nacimiento, o fue planeada su ubicación? ¿Qué vio en su adolescencia? ¿Cuántos metros de altura alcanzó en su madurez? ¿Cuántos años subsistió? ¿Alguien más resintió su muerte?

El árbol vivió en la zona, probablemente más hermosa de toda la ciudad: uno de los jardines del ex convento de San Francisco. Sus vecinos fueron siempre el antiguo Colegio Apostólico de Propaganda Fide –después cárcel y ahora oficinas del Instituto Nacional de Antropología e Historia,- y también el viejo hospital, -ahora Escuela de Artes,- El país del árbol fue, y sigue siendo, una plazoleta histórica, añeja, romántica, llena de paseos, palabras, sueños, emociones, vida.

El sitio, por sus condiciones óptimas, siempre ha sido refugio de parejas enamoradas. ¡Cuántas palabras de amor se habrán dicho allí!
Con toda seguridad nuestro árbol fue testigo de muchas declaraciones de amor, de muchos sí acepto y también de muchos dolorosos rechazos. No dudo que numerosos poetas, al amparo de su sombra, -sobre todo en días calurosos- hayan arropado sus mejores líneas o pensamientos a los pies del coloso.
En la plaza, es posible ver hombres y mujeres de todas las edades, casi a cualquier hora, acudiendo a citas o encuentros, algunos verdaderamente muy ansiados por los corazones humanos. De alguna forma, esto también forma parte de la intención, del plan original y de la creación de Nuestro Buen Dios.

Muchos de nosotros acostumbrábamos ir de niños al precitado jardín, y ahí estaba ya el árbol sin nombre, paciente, mirando, moviendo sus hojas y ramas, orgulloso, meciendo su magnificencia, retando a la eternidad, abrigando esperanzas, destejiendo recuerdos, viendo pasar extraños y saludando a viejos conocidos

Pero ahora, el horizonte está incompleto, el robusto tronco ya no estorba a la vista, la parte nororiente de la plaza, como si fuera una mesa de comedor, tiene una silla vacía. Los rayos de sol caen de golpe, pues ya no tenemos la protección de nuestro hasta ahora, olvidado árbol.

El soberbio, el grandote, perdió la batalla, -hay cosas más importantes que la vida pensaron sus jueces,- y con él, murieron muchos de nuestros ratos agradables en el jardín de Bellas Artes. Ha muerto el inmortal, y ahora con el cadáver pretenden realizar una obra de arte, una escultura, por lo que seguramente no sucumbirá del todo.
Sin embargo, gigante del jardín de Bellas Artes, viejo amigo a mí me gustaba mucho más verte vivo, lleno de verdor, sonriente a pesar de los años y vejez –a mi no me lo parecía,- y de la rutina diaria. Te prefería así, que convertido en una escultura, una manipulación morbosa que ocupará la sala de un museo, en el mejor de los casos, o en una exposición al aire libre, para deleite gozoso, o estético, de los que siguen vivos, en el peor de ellos.

Todas las mañanas cuando empezaba la claridad de un nuevo día, tú, querido altanero, levantabas tu alta copa como buen rostro encanecido y mirando el azul del cielo, decías muy quedito, alegre y enamorado de la vida: “Buenos días, Dios” y durante las horas aburridas del día, te empezaban a atacar los recuerdos: entre ellos estaban los boy scouts jugando y corriendo por tus prados; los autos locos por encontrar un espacio para estacionarse; los deportistas que solían darte vueltas –no pocas veces caminando,- para practicar ejercicio; las mil quinceañeras que luciendo sus juventud, anhelos y belleza, quedaban atrapadas en esos fantasmas que la gente les llama fotografías. Y tu savia corría vertiginosamente en tu interior, al recordar las cientos de recién casados que iban a tus cercanías para el protocolo de la foto de bodas. Y los crudos y ebrios, que después de una agitada y larga noche, se dormían en tus pastos tratando de recuperar fuerzas. Los barrenderos que si bien es cierto levantando hojarasca y basura, dejaron sus fuerzas en tu jardín y arrugaron la frente, también es cierto que ellos y sus hijos comieron por su trabajo que era limpiar tus dominios. Seguramente con tu encubridora penumbra fuiste padrino de algunos embarazos. Tú que ya no existes, viste nacer y morir. Salud.

Árbol caído, a lo mejor te enamoraste de la fuente, tu linda vecina que nunca tenía agua y que nunca te correspondió por celos de los otros árboles. Eso no lo sé, nunca lo dijiste. ¡Ah! Y como odiabas a los perros que sin pedirte permiso, te dejaban marcas húmedas. Soportaste lluvias, heladas, sequías, veranos, otoños e inviernos. Sabías que la vida son ciclos. Pero tú ya no alegrarás con tu bello colorido y majestuosidad, la siguiente primavera. Los cientos de pájaros vagabundos ya no encontrarán su casa amable, su hotel, su escondite de viajes.

A veces recordabas que los días más sorpresivos, eran aquellos en los que se efectuaba un acto político, ¡quitaban coches, limpiaban, maquillaban y dejaban aquello irreconocible! Y tu suelo era pisado entonces por damas encantadoras y caballeros muy elegantes. Cuando hacías memorias, -tenías mucho tiempo para eso,- no olvidabas a los músicos y artistas que dejaban escapar su talento a los cuatro vientos. Chavos tocando guitarra y cantando, pintores llevando bajo el brazo sus cuadros, y escritores con el lápiz apretado en la mano en actitud amenazante.
Consejero y sabio de todos los insectos que te visitaban, fuiste escenario de robos de autos, pero nunca pudiste gritar para evitarlo. Y los juegos que tenías, para irla pasando eran tantos y tantos… Tu preferido era competir con los fumadores, ellos arrojaban humo y tú lo combatías con tus exhalaciones. ¡Qué divertido era!

Y luego, cuando no tenías sueño, en el silencio de la noche meditabas: ¡Oh, por que será tan complicado el hombre! Es más fácil ser árbol, pues sólo se le teme a los rayos, pero el ser humano cambia mucho, es complejo: transforman los usos de los lugares conocidos. Ejemplifico: Primero, cuando se inauguró el hospital, todo era algarabía, aunque no ciertamente para los enfermos; después fue cine, y todo mundo comentaba sobre las películas y actores, ahora es teatro y han traído producciones muy reconocidas. ¿Qué será dentro de cien años? Todo aquello llegaste a pensar, árbol derrotado. Tus ramas más altas, vieron, azoradas, crecer a la ciudad, ¡Vaya que ha llegado gente nueva al antiguo Real de Minas! dijiste alguna vez, personas que tú no conocías antes, no los viste cuando eran niños porque no iban a jugar en los atardeceres subyugantes de tu estampa, no los conociste de adolescentes porque no iban a estudiar, leer, o a "echar novio" como dijiste aquél día que una niña hermosa le juró amor eterno a un patán, o simplemente a descansar a tus alrededores, bajo el cobijo de tu brisa, debajo de ese cielo tan particular, que siempre ha causado genuino arrobo.

Y el oxigeno que tu procesabas, ha sido respirado por indígenas, preocupados, fantoches, frailes, enfermeros, elite, desempleados, perdedores, victoriosos, felices, tristes, y hasta por tus propios verdugos antes del cadalso, (incluso por mi mismo y no por poco tiempo); centenares de ellos que ya se adelantaron al viaje sin regreso. Tú siempre estuviste ahí, aunque nadie te mirara, estuviste en las riñas, -alguna vez te despertó el ruido de un balazo,- en las fiestas que siempre se han hecho dentro de los coches – y a veces fuera de ellos,- estacionados en tu cómplice oscuridad, estuviste en las oraciones de los religiosos, en los sueños de los dementes, estuviste, y estás, en mi mente y en mi corazón, que ahora ya no tienen el pretexto de culpar a la belleza del paisaje para decirle a mi amor: TE AMO. Tu amiga la luna lloró tu sepelio, y el silbido de un sereno, ya sin tu resistencia, se oyó más fuerte.

Gigante del jardín de Bellas Artes, ahora lamento que al pasar cerca de ti tantas veces, nunca te saludé. Solo agachaba la cabeza lleno de envidia por tu grandeza, y por que eras poco para mis problemas. Ahora, avergonzado, te digo gracias. Perdóname gigante. Te voy a extrañar. Ya te extraño amigo. Ahora vives en mi, para siempre.

alvaavi@yahoo.com

http://alvavi.blogspot.com/

6 de diciembre de 2005

SAN JUAN TIZAHUAPAN


Alvaro Avila Cruz
El patronímico de San Juan Tizahuapan, tiene la característica muy común de las villas, pueblos y comunidades del México colonial, de ser un nombre compuesto, Al igual que muchas localidades, su denominación original prehispánica fue respetada por los conquistadores europeos –que al menos en el altiplano central casi siempre es una voz náhuatl,- precedida del nombre de un santo patrono católico.

La comunidad de Tizahuapan, municipio de Epazoyucan, Hidalgo, se localiza a una latitud 20 03´ 00” y a una longitud de 98 40´ 00”, con una altitud de 2400 a 2800 metros sobre el nivel del mar.

Su historia está íntimamente ligada a todos los pueblos del Valle de México: Dentro del horizonte clásico podemos ubicar a Teotihuacan como la primera ciudad como tal que floreció en Mesoamérica; llegó a ser el centro cultural y religioso más importante en este periodo de tiempo.
Tizahuapan al igual que otros centros urbanos de entonces, estaba sujetó a Teotihuacan, esto se debió a que la región era muy rica en una materia prima de gran valor e importancia: la obsidiana, piedra volcánica vítrea de color negro, verde oscuro o dorado, usada en la antigüedad para fabricar puntas de flecha, instrumentos cortantes, vasijas y esculturas pequeñas. La obsidiana del Cerro de los Cuchillos o Itztepetl cercano a Tizahuapan, era distribuida en varios puntos geográficos por la Ciudad de los Dioses o Teotihuacan.

La Mexica fue otra gran cultura que influenció en varios aspectos a la región. Los aztecas dentro de sus territorios sometidos, practicaron un intenso comercio y crearon mercados muy famosos, fueron magníficos artesanos, orfebres, lapidarios escultores y carpinteros. En el siglo XIV, ya constituido el reino de Acolhuacan, con cabecera en Texcoco, toda la región de Epazoyucan incluyendo Tizahuapan, quedó comprendida como zona tributaria de Tenochtitlan y Texcoco. Zempoala como jurisdicción estaba asignada a los cargos del señorío de Texcoco; es decir, los tributos que se colectaban ahí, se daban al huey tlatoani de Texcoco, mientras que Tizahuapan tributaba a la recamara del rey.

Al momento de la conquista de México, Epazoyucan, Pachuca y otros núcleos poblados del centro del actual estado de Hidalgo, pertenecían al reino de la Teotlalpan y al establecerse el nuevo gobierno español, se asentó el sistema de encomienda, quedando Tizahuapan dependiente de la Alcaldía Mayor de Zempoala incluida en la Provincia de México.

La división política antigua comenzaba en las cabeceras y pueblos sujetos a ella, los que a su vez tenían barrios o estancias. En ese sentido Zempoala era un capilxcazgo que quedó reducido a congregación religiosa de la que formó parte Epazoyucan y por ende Tizahuapan.

Tizahuapan, que fue estancia de Epazoyucan, se asentó a lo largo de un arroyo que bajaba de la sierra de Pachuca y que se aprovechó para riego y luego para abrevadero de los ganados. Los religiosos que evangelizaron el lugar fueron los de la orden de San Agustín.

San Juan Tizahuapan fue un poblado agrícola que sembraba maíz, frijol y chile; una unidad habitacional; posiblemente un taller de obsidiana o bien un punto de enlace de las minas con las urbes ya señaladas, lo cierto es que en la actualidad cuenta con vestigios arqueológicos de mucha relevancia, lo que bien amerita que se realicen proyectos de trabajo de investigación específicos y detenidos estudios a cargo de especialistas, con el fin de rescatar esta parte histórica del altépetl (pueblo antiguo) de San Juan Tizahuapan.

Teztahuapa (o Tezaguapa), es el nombre con el que el Códice de Zempoala y otras fuentes primarias refieren a la comunidad actual de San Juan.

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