31 de octubre de 2006

EL CONVENTO AGUSTINO DE EPAZOYUCAN

Tardé como tres meses en cobrar mi primer sueldo ya como empleado del Instituto Nacional de Antropología e Historia, allá en el lejano 1987, en tanto, aprovechando el tiempo, fui tomando conciencia, adquiriendo conocimiento y, de modo gratuito, fui aprendiendo a amar al patrimonio cultural del mundo, de México y muy desde ese momento, de manera especial, al inconmensurable patrimonio costumbrista y edificado del estado de Hidalgo.
Entonces había que pagar un transporte colectivo para ir a Epazoyucan, lugar de adscripción de mi plaza por lo que tuve que tomar prestadas algunas monedas de cien pesos, de esas amarillas y chiquitas que traían la efigie de don Venustiano Carranza en actitud de estar cantando: “¡No soy monedita de oro…!” (en alusión al muy poco valor de la moneda, claro), de la fuente octagonal que ocupa el centro del claustro bajo, -y que luego supe no es la original-, prometiendo que las repondría algún día. Se requerían cuatro moneditas de esas para un viaje sencillo, lo que ahora equivale a unos seis pesos. Lo bueno es que los visitantes no dejaban de tentar al destino, pidiendo numerosos deseos al arrojar las monedas de espaldas. A veces pensaba yo con no poca infundada preocupación: ¡Ay señorita, mas puntería por favor!
Poco a poco fui aprendiendo y valorando la grandeza de los constructores de edificios y almas, y mientras admiraba cada detalle del edificio colonial, comenzado a construir en 1540 por los frailes de la orden de San Agustín que habían llegado a México, apenas siete años antes, nació en mi el gusto por las artes, la historia y la filosofía religiosa que guió cada movimiento de los que ahora propongo llamar por muchas razones, los “Albañiles de Dios”.
Todo es sobresaliente y hermoso en esta casa agustiniana: las columnas rematadas en capiteles estilizados, el refectorio, sala de profundis, celdas, (que por cierto en una de ellas está escrito con lápiz, al parecer por una audaz niña de secundaria: “Álvaro te amo”, sin que yo, el vigilante de la conservación del inmueble, me percatase en su momento de la agresión a los muros que han vencido al tiempo), tiene además un alfarje, es decir un envigado único en el país de casi trece metros de longitud con grabados de querubines e inscripciones en latín y náhuatl; pero sin duda lo mas maravilloso son sus pinturas murales de temática bíblica y llena de pasajes de la Pasión de Cristo, de las que puedo afirmar categóricamente que, quien no las conoce, nunca podrá sentirse orgulloso de ser hidalguense.
Sobre el particular, existen trabajos monográficos espléndidos y por lo pronto recomiendo el insuperable libro del Doctor Víctor Ballesteros que fue presentado en su segunda edición, el viernes 27 de octubre de 2006, precisamente en la nave de la iglesia advocada a San Andrés Apóstol por parte de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
El municipio de Epazoyucan (que significa "Lugar de mucho epazote") goza de auténticas maravillas naturales y de muchos otros atractivos, pero mi convento que al menos durante dos años me dio de comer, -y me sigue dando pues un día antes de la presentación del libro di una visita guiada a las niñas de la foto de arriba -, representa el más sublime y magnifico encuentro con el pasado. Entonces, ¿Cómo no amar el trabajo de las órdenes religiosas asentadas en el territorio donde después nacimos nosotros?
...

22 de octubre de 2006

BRINCANDO JUBILOSO SOBRE UN HILO DELGADO


La vida es como un delgado hilo de muchos colores, texturas, grosores, rugosidades y direcciones, en el cual avanzamos cuan intrépidos trapecistas sin saber porqué. Sobre el hilo se gatea, camina, corre, o se detiene uno a descansar, sin saber jamás cuando se va a reventar la continuidad, la extensión, o ese hilo estrecho que a Dios se le ocurrió para llegar hasta Él.
El conducto débil se pude romper ahora o después, temprano o tarde, pero de que se revienta, se revienta irremediablemente, así que hay que disfrutarlo, mientras el Creador del Textil, el Inventor del Truco, no ordene que se rompa ahora ya. Él manda y nosotros sorprendidos por la inteligencia y conciencia que nos dio, obedecemos con gusto.

Pero eso no es vivir, vivir significa no saber que se camina sobre ese hilo delgado, como un niño de cinco años que no tiene conciencia de la muerte, o un joven de dieciséis, que aunque tiene conciencia no le importa. Pero un hombre de edad, ya sólo espera el desenlace y no se atreve a mirar adelante ni mirar atrás. A cada paso el hilo se adelgaza todavía más y la vara que nos da el equilibrio, se acorta peligrosamente un centímetro a cada paso, y no hay alternativa de no avanzar en el circo ante la mirada de los que pagaron boleto, se suspira, se cierra los ojos, se piensa en el pasado y en el presente, se dice una palabra bella a quien se ama, y se da un paso mas, esperando que el hilo no se rompa esta vez, (sólo una vez más), todavía hay otras cosas que hacer; de verdad, todavía hay muchas cosas que hacer unos pasos adelante.

Cree uno, al voltear hacia abajo y hacia arriba y al ver azorado sobre lo delicado que se camina, y que el hilo puede aguantar otra broma, pero al dar otro paso, nos damos cuenta que el endeble hilo nos puede quitar la maldita vanidad absurda.

A veces, al dar el otro paso, uno piensa que a lo mejor no se ha pisado con cierta firmeza sobre el hilo delgado, o a lo mejor aunque se pisó con seguridad, jamás se supo que se estaba pisando. O que se estaba caminado por un hilo largo que para otros fue muy corto, tan pequeño que no dio tiempo a comprender en donde se caminaba.

Mientras caminamos sobre la cuerda, a veces llueve sobre nosotros, a veces hay un sol esplendoroso, y vemos alrededor a los demás trapecistas, unos van más adelante, otros vienen retrasados, unos ya se cayeron, otros hacen piruetas sobre el cable que Dios nos prestó para atravesar el océano. Pero todos caerán, es el precio por tan inmensa felicidad regalada.

Y yo dije al dar un paso más en la cuerda sin red: “Que hermosa oportunidad significa arrastrarse, caminar o brincar en el hilo delgado, no se cuando se va a romper, pero soy feliz de no soltarme aún, y de dejar marcas atrás, y de tener conciencia de que estoy caminando sobre un hilo delgado que tanto amo” Cuando se rompa ya no podré decir lo que digo ahora: “¡¡Yuupii!! El hilo sí que aguanta.

Yo no estaba completamente seguro de traer a otros inocentes a caminar en la cuerda delgada, pero al intuir la intención de Dios, grité: ¡Vivan los hijos! al ver a la guapota dije sin freno: nena ¿traemos al mundo a otro trapecista para que pueda caminar como tú y como yo en este hilo delgado que estamos atravesando ahora? ¡Jé! Sólo necesito que acerques tu hilo al mío antes de que se rompa cualquiera de los dos, tú decides, en tanto haré otra pirueta, el hilo aguanta.
Foto: En la oficina, INAH Hidalgo, 12 octubre 2006.