Sin duda las fiestas religiosas más importantes de México son la Navidad, Semana Santa y las celebraciones Guadalupanas. Éstas se realizan en todo lo largo y ancho del país y son el producto del implante cultural e ideológico que dejaron los españoles después de la conquista de México y resultaron complementarias a la dominación política. Nuestras fiestas populares están aderezadas desde luego con el sabor y aporte de los distintos pueblos mexicanos que nos da como corolario, un sincretismo espiritual muy colorido, plural, vistoso y único.
Las distintas comunidades al adoptar a un Santo Patrono, tienen sus celebraciones religiosas muy particulares; entre los santos más socorridos están San Juan, San Pedro, San Pablo, Santa Ana, San Joaquín, La Asunción, San José, Nuestra Señora del Carmen, San Francisco y Santo Domingo, entre otros muchos.
Las grandes fiestas religiosas se acompañan de música, misas, romerías, procesiones o peregrinaciones y a veces danzas, que tienen cierta reminiscencia prehispánica.
Existe una fiesta muy singular en México que es el llamado Día de la Candelaria, se celebra el dos de febrero. Este día contabiliza los cuarenta días después de navidad y recuerda la presentación del Niño Jesús ante el Templo de Jerusalén -para su purificación- por sus padres, de acuerdo a las costumbres judías. La fiesta constituye el final del periodo navideño, es cuando se quitan todos los Niños Dios y todas las figuras de los Nacimientos, para guardarlas hasta el próximo año.
Se llama así, Candelaria, porqué durante este día se bendicen todas las candelas o velas, cirios y veladoras que se van a necesitar durante todo el año; las candelas bendecidas se utilizan para auxiliar a los moribundos y para que no falte nunca la luz espiritual y física, entre otros muchos usos que tienen las candelas benditas, éstas simbolizan las palabras que dijo Simeón a José y María durante la presentación del Niño ante el Templo y que recoge Lucas 2:32 en donde dice que Jesús sería "la Luz para revelación a los gentiles y gloria del pueblo de Israel".
La Fiesta de la Purificación como también se llama, es tan importante, que el emperador de Roma Justiniano decretó el día dos de febrero como festivo para todo el Imperio Oriente.
La fiesta arraigó tanto en México, pues coincidía con el inicio del primer día del primer mes del calendario mexica, llamado Atlacahualo. En ella los antiguos mexicanos colocaban tamales en las ofrendas dedicadas a honrar a las deidades prehispánicas.
Todo empieza en la fiesta de la Epifania, o el día que llegaron los Reyes Magos a visitar al Niño Jesús para presentarle sus adoraciones, el seis de enero. Ese día se parte y convida entre varios invitados la rosca que es un pan muy sabroso en forma de aro, (que simboliza el amor eterno de Dios, sin principio y sin fin), tiene escondida en su interior una figurita que representa al Niño y a quien le toque en su rebanada, está obligado a presentarlo en la iglesia el Día de la Candelaria, donde lo bendecirán, el afortunado es ungido con una corona de cartón pues se vuelve el padrino principal. Pero la rosca además tiene otros objetos como aros y habas que a quien le toque en su porción de rosca está obligado a ser padrino de tamales, atole u otro derivado del maíz, pues la fiesta de la Candelaria corresponde también a la bendición de mazorcas de maíz que se utilizarán en el ciclo agrícola del año en turno. El hecho que sea una merienda con tamales, no se debe a un capricho gastronómico, sino a la relación ya descrita del cultivo del maíz, la planta más importante de Mesoamérica. De hecho el vocablo tamal, viene del náhuatl tamalli, que significa “envuelto cuidadosamente” o “niño envuelto”.
También se acostumbra buscar a una madrina que vista al Niño Dios. La Iglesia recomienda que la mejor forma de vestir a la imagen sea de una manera infantil o de bebè, con una vestimenta blanca bonita o de Cristo Rey, Jesús de Nazareno o Señor de la Misericordia, pero nunca de santo o con otro tipo de indumentaria, aunque yo lo he visto de San Judas Tadeo o de Fray Martìn de Porres. Tambièn se viste de Niño Limosnero, de Ropòn (èsta es la forma en que que debe vestirse por primera vez), el Niño de las Palomas, Niño de la Paz, de las Azucenas, de los Milagros, de Belèn, de la Guardia, de la Abundancia y otras advocaciones que dependen del tipo de favor o milagro que se le quiera pedìr. Tambièn lo visten de mèdico cirujano y de otras profesiones liberales. El ingenio mexicano no tiene lìmites.
La fiesta se celebra en muchas partes del mundo, en España particularmente en Canarias, también en Chile, Cuba y otros países, pero en México tiene sus singularidades que como ya dijimos, en ella se relaciona un pasaje religioso con el delicioso aspecto culinario de los insustituibles tamales.
Y como dice el maestro Armando Palomas en la mejor canción antimalinchista jamás escrita: "Según dice su cultura que comen sus hamburguesas para remediar sus males, la neta yo soy feliz, yo soy feliz, la neta yo soy feliz, con atole, champurrado y un chingazo de tamales" ¿¡Y quien no!?
11 de febrero de 2010
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