Después
de algunos años de haber retomado e impulsado una tradición añeja, compleja,
vistosa y muy emotiva que es la instalación del altar de Dolores, primero en el
ex convento de San Francisco de Pachuca, el cual, definitivamente, ya arraigó
entre la comunidad como una costumbre de cada año, logramos después implementar
que la exposición referida se montase también de manera ininterrumpida en el
claustro del ex convento de Tepeapulco; poco después hicimos lo mismo en la
casa agustina de Actopan, exposición que se ha caracterizado por ser muy
colorida, esplendorosa y complicada en cuanto a elementos que lo decoran.
Finalmente
ahora, hemos extendido esta emoción y orgullo que nos da identidad como pueblo,
al municipio de Acatlán, Hidalgo, (y que a mí en lo personal me trae tantos
recuerdos hermosos), pudimos contagiar a gente sensible de ese bello poblado, particularmente
a la asociación Fray Alonso de Borja, para que ellos, también, con el apoyo y asesoría
del Instituto Nacional de Antropología e Historia, montaran su propio Altar. El
día de hoy se inauguró y me llevé una verdadera sorpresa al ver lo majestuoso e
increíblemente laborioso que fue su colocación: Aserrín pintado, flores hermosas
y plantas aromáticas, cortinajes, iluminación, papel picado, semillas, música ambiental y muchos
otros elementos que hacen de esta muestra, -a mi criterio-, una de los mejores
de todo el país. Sinceramente admiro y felicito el entusiasmo de la comunidad de
Acatlán, por acoger, rescatar, difundir y promover este patrimonio cultural
intangible tan lleno de creatividad. El plus que tiene esta instalación es el
trabajo colectivo, pues las familias o comunidades que montan su Altar, se
designan tareas específicas para aportar los elementos característicos de la
celebración, (sobre todo los enmarañados tapetes de semillas que requieren horas
de dedicación y paciencia). La instalación, que si bien es cierto tiene orígenes
religiosos, ahora forma parte del patrimonio costumbrista de nuestro país.
Todo
lo anterior posiciona al estado de Hidalgo como una de las entidades
federativas más apasionadas por la defensa y fomento de su múltiple y valioso
acervo cultural.
Empero,
confieso que me hubiese gustado ver en la inauguración a más niños y jóvenes en
búsqueda de lo suyo, en el legado patrimonial que les han dejado como herencia
cultural, sus antepasados.
Desde
aquí invito a todo el mundo a que vaya a conocer esta maravilla y apuntalar
económicamente, -con donativos, a la Asociación-, ya que la entrada es libre; creo
que la gente con posibilidades, debería apoyar a ese hermosísimo y antiguo
convento, que bien vale la pena. Desde luego no deslindo la obligación que
tiene el gobierno, de hacer la parte que le corresponde. Pero si no la hace,
tendremos que entrarle los ciudadanos. ¡Es nuestro patrimonio!
Termino
mi comentario con otra frase que también cantan Los Beatles y que se refiere a
que si conociéramos la grandeza y pluralidad que tiene México en materia de
patrimonio cultural y artístico, y si al hacer esto con la debida conciencia, y
si enseguida lo contrastáramos con otras naciones que no tienen la historia ni magnificencia
de nuestro país, entonces aprenderíamos a valorarlo, a respetarlo y a darle
todo nuestro amor, es decir, “Conocerlo, es amarlo”.