El
hecho de ser un estudioso, difusor y embelesado del costumbrismo patrimonial hidalguense,
me empuja a aventurar la hipótesis de que las tradiciones ancestrales no son -tan
en esencia-, patrimonio no edificado, es decir inmaterial o intangible como les
gusta llamarle algunos investigadores, para mí es patrimonio vivo, casi
orgánico por que nace, se reproduce, se transforma y acaso muere.
El
día de muertos en México es de una de esas raras y misteriosas costumbres: antiquísima,
ecléctica, llena de misticismo, religión, magia y asombro. Es un culto que se
pierde en la memoria de los tiempos, que se ha mezclado con otras influencias y
que se critica o alaba por su pretendido purismo. Lo cierto es que tiene un enemigo
difícil: el enojoso Halloween y sus desiguales medios de propagación. Lo que
aquí es un encuentro respetuoso y festivo con los antepasados, una reflexión
sobre el paso transitorio de la vida, allá es una noche de brujas, llena de
calabazas y disfraces, de sustos y de dar rienda suelta al pavor. La muerte no
es espanto, es una prueba de Dios para alcanzar su mano y la perfección cíclica
de la vida. En cambio el Halloween está asociado al terror y a lo sobrenatural,
un invento consumista que nada tiene que ver con los venerables años que tiene
nuestro día de muertos mesoamericano.
En
la ofrenda anual que pusimos los trabajadores del INAH en Hidalgo, -no con
recursos institucionales, sino por iniciativa propia-, estuvimos asesorados no
por académicos que casi todo lo rastrean
en libros, sino por gente que de verdad vive su tradición tan añeja: Personas
de Acaxochitlán, Hidalgo, quienes nos explicaron como se debe instalar un
altar, y lo que es más, cómo debe ser la ceremonia para recibir a nuestros
muertos, la cual comienza con la cuelga de los xochimapales, luego prosigue el
bellísimo xochipizáhuatl que es un ritual que enamora y seduce hasta la última
vena rebelde del cuerpo. Eso es arte y amor. ¡Y que decir del celebérrimo Xantolo!
Y
luego llegaron los tamales, el atole, luego la tristeza y el dolor al ver a los
niños con sus zapatitos de plástico, mientras que en la ciudad, los niños se
visten con disfraces y pinturas en el rostro muy costosas, y salen vestidos de
zombis y todos bailan. Hay varios Méxicos.
Mi
verdadera gente de Hidalgo, vale mucho más en otro sentido y me avergüenza
pararme frente a ellos porque nosotros los de la ciudad tenemos todo, y no
puedo dar más, pero también me enorgullece por aprender de ellos y sentir la
tibieza de su sonrisa. ¡¡Y me siento tan feliz de ser de Hidalgo!!
Desde
hace pocos años, el ayuntamiento de Pachuca, implementó un programa llamado
Noche de Leyendas. Se trata de un recorrido temático en el camposanto
municipal, donde leyendas tan clásicas como la Llorona, la niña Valeria, el
Ánima Sola, la mujer de Cubitos y otras de origen minero son relatadas mientras
se hace un recorrido por las calles principales del cementerio, del cual
podemos decir con orgullo: aloja (si no los restos), al menos la memoria del
general Felipe Ángeles, considerado uno de los mejores estrategas del mundo
militar. Desde luego yo tengo familiares míos hospedados en ese hotel, del cual
también yo seré huésped muy pronto, tan pronto como las manecillas del reloj cumplan
con su promesa de juntarse; y esas niñas las veo avanzar segundo a segundo, sin
cansancio. No como a otras que lo han pensado mucho. Vale la pena hacer un paréntesis
importante para hablar sobre la arquitectura de la fachada. Se inauguró en 1901
o 1902, es de estilo neoclásico y ostenta tres esculturas de mármol de Carrara,
Italia que representan las virtudes teologales: La Fe, La Caridad y La Esperanza.
Tiene seis hermosas e imponentes columnas con fuste estriado. El diseño fue del
capitán e ingeniero Porfirio Díaz, hijo del famoso ex presidente homónimo. Cabe destacar el dato por la consabida escasez de construcciones artísticas e históricas en la ciudad.
La
visita guiada por el panteón es cautelosa, porque de pronto y de la nada
aparecen actores que por vía de mientras, ¡Uno los rehuye por eso de las dudas!, o por instinto. Para mí
es un espectáculo emocional, una reflexión profunda, pero también una noche de
regocijo, para divertirse con la muerte, de gozar ese hilo transparente que nos
separa. Hoy aquí, mañana allá. Supongo que los muertos también se divierten. Y
a veces los sepultureros tocan su música (“Homero el jardinero”, “El ropavejero”,
entre otros.). Es un teatro que debemos visitar en familia. La ausencia de los
seres queridos, es triste, pero un día al año, vienen a convivir con los vivos,
a vivir espiritualmente lo que más les gustaba, música o alimentos. Es toda una
celebración.
De
esa experiencia, se trae uno, ruidos, sombras, luces mortecinas, penumbra,
sorpresas, y tierra de panteón a casa, como para recordar que no hay frontera o
si la hay, es muy sutil. Y de pronto voltea uno y ve a una linda chica que
pareciera que nunca va a morir con su bella sonrisa, pero luego al desviar unos
centímetros la mirada, se ven las tumbas de muchas personas que se adelantaron,
a veces hasta con un siglo de distancia. Pero así como la materia se vuelve
polvo, el tiempo también. Así es Dios; y así enfrentamos ese gran momento de
transición y recordación, con calaveras de dulce, pan de muerto, calaveras literarias,
catrinas (calavera garbancera) y un montón de cosas que sólo tenemos los mexicanos. No se trata de
revisitar las costumbres de otras comunidades, cada quien vive a su forma a sus
muertos, cada quien mata a su forma a sus vivos. Lo que es cierto que es una
espera que a veces se ve tan lejana… Yo creo que no hay que pensar en el fin de
la meta, sino más bien en el camino para llegar a ella. ¡Y, disfrutarlo! Me
gustó la experiencia y eso que soy tan miedoso. La verdad se siente más
terrible pagar un boleto para una de esas casas de terror de cualquier feria en
donde sí te tocan y se pasan de listos. La diferencia es que ahora, la noche fue
tan hermosa. El Universo nos la regaló. Una noche llena de luz de luna y de
saber que es bueno estar vivo y que saludas a otros que también lo estuvieron. Todos
somos hermanos de energía cósmica.