Larga y abundante es la historia de la moneda en el mundo, un
objeto muy útil y práctico que facilita el intercambio comercial. Al parecer se
inventó en Asia pero fueron los romanos quienes la difundieron y popularizaron por
toda Europa.
En México, a la par del establecimiento del virreinato, se
fundó la primera casa de acuñación de moneda metálica de todo el continente
americano, (1536), esto debido en parte a la alta producción de plata que se
obtenía de los llamados Reales de Minas, como Pachuca. En esos días la moneda tenía
un valor intrínseco (y no fiduciario como ahora), lo que permitía el comercio,
incluso internacional, pues la moneda de plata mexicana
era muy aceptada por su pureza. Las monedas eran forjadas en plata o en oro y a
veces en cobre. Ahora se fabrican con metales industriales o aleaciones y su
valor lo respalda el estado emisor.
Aunque siempre he coleccionado muchísimos objetos, (de los
cuales ya no tengo ninguno, salvo lo de Los Beatles), en realidad nunca he sido
coleccionista de monedas (y si lo fuera, sería mejor de billetes actuales,
¡jé!), sin embargo he guardado a través de los años algunas piezas que han
pasado por mis manos ya sea en forma de cambio o por alguna otra razón. Siempre
me han llamado vivamente la atención las antigüedades, y al ver la inscripción
de algunas de ellas, sobre todo la fecha, me invade la imaginación: ¿Por
cuantas manos habrán pasado?, ¿Para que habrán servido?, ¿En que fueron gastadas?
Los objetos son memoria viva, es la historia que habla por sí
sola. Al ver estas monedas que guardo en
un pequeñito envase, podemos referir algunos datos anecdóticos: por ejemplo, a
nosotros de niños, (a mí sólo a veces), nos daban de raya 20 centavos, que
alcanzaba para algunos dulces o un bolillo, (el pan de dulce costaba 25 centavos).
El veinte, al ser una moneda grande servía para echar volados y de ahí nació la
famosísima frase de ¿Águila o sol?, pues por el anverso la moneda en efecto
traía un sol, y al reverso traía el escudo nacional con su muy conocida águila.
Pero a veces sólo nos daban o nos encontrábamos en la calle una moneda de a
cinco centavos, (tenía al frente una representación de Doña Josefa Ortiz de Domínguez),
que era la de más baja denominación y a la que la gente bautizó como un “quinto”.
Con ella sólo se podía acaso, comprar un
chicle. De ahí la expresión “¡No traigo, (o, no vale) ni un quinto! Desde luego
ahora esos valores únicamente son simbólicos, porque para efectos prácticos
solo se usa la mitad de un peso, es decir 50 centavos de acuerdo al sistema de
equivalencia de que un peso se divide en cien centavos. Por cierto que el peso
se llama así porque antes se pesaban los tepuzques o residuos de metales finos
o preciosos y en ello radicaba su valor. Existe toda una ciencia para el
estudio y clasificación de las monedas, la numismática.
Los famosos quintos |
El peso mexicano, así de devaluado, es una de las monedas más
importantes del mundo y la más negociada en América Latina -sin contar al dólar-. Por ejemplo,
comparada con el peso chileno, el peso mexicano es una divisa “fuerte”, unas
papas que aquí cuestan unos 16 pesos mexicanos, allá cuestan unos 700 pesos
chilenos. En realidad es cuestión de los famosos ceros, porque aquí -por
ejemplo-, muestro una moneda mexicana que valía 5, 000 pesos (viejos), y que
ahora en teoría, sin tomar otros aspectos de la economía, son sólo cinco pesos
(nuevos), mil veces menos valiosos, es decir, le quitaron tres ceros. Por eso
ahora resulta curioso que al ver películas mexicanas anteriores a 1993, hablen
que un vestido en un tianguis popular, cueste dos millones y medio de pesos. (Antes
era fácil ser millonario, ahora ya nada más lo pueden ser unos cuantos).
Al reclasificar mis monedas, encontré que tengo de varios
países, algunas de Sudamérica y Estados Unidos, pero otras de Europa, repito,
no me dedico a coleccionar monedas, pero esas las guardé por motivos casi
sentimentales. Las monedas que son actuales las conservo, porque fueron las
primeras que cayeron en mis manos, como por ejemplo esa de cien pesos que por
lo ridículamente pequeña que era, fue criticada y rechazada por la gente y
hasta le hicieron una caricatura en
donde estaba Venustiano Carranza cantando: “¡No soy monedita de oro, pa´
caerles bien a todos!” (Canción muy famosa de Cuco Sánchez). Lo que nunca me imaginé, pero es verdad, pues
tengo un par de ejemplares de ellas, es que alguna vez existió en México como
moneda de circulación oficial. ¡UN CENTAVO!
Con las aclaraciones ya expresadas, tenemos en la foto,
monedas de a cinco mil y mil pesos, de a cien, cincuenta, veinte, diez, cinco,
dos y un peso. Además de cincuenta, veinte, diez, cinco y un centavo. Como se
puede apreciar, algunas fundiciones son horribles, pero otras sí son bonitas y
claro que nos transportan a un viaje al pasado, pues el dinero es prácticamente
lo que mueve a la sociedad y al mundo.
Cabe como reflexión final, pensar que la plata que estaba en
el subsuelo que ahora pisamos los que vivimos en Pachuca, se encuentra en todo
el mundo y que ha sido motivo de muchas
alegrías y tragedias.
El dinero es una mercancía universal que compra todo, pero no
puede comprar amor.
Fracciones de dólar |
Sudamérica |
Otros |