A veces se habla mucho de las
grandes catedrales o iglesias importantes que deslumbran al mundo y a la
civilización. Por supuesto que esos edificios portan el traje de orgullo y soberbia, -casi temeraria-, ante Dios. Esas paredes
bonitas y bien hechas, sobresalen en ámbitos distintos, tanto por sus
dimensiones como por su historia e impacto en la feligresía. Es verdad, existen
recintos de culto simplemente maravillosos, en apego a su belleza arquitectónica
y artística, sea esta escultórica o pictórica, como por hechos sobresalientes
acaecidos en esos espacios sagrados, como la coronación y hasta consagración de
varios reyes y monarcas. La Iglesia Católica, esa que tanto le gusta jerarquizar
todo lo que puede, también hace una clasificación, o mejor dicho, una
categorización de construcciones
dedicadas a la práctica de la fe. Van desde simples adoratorios personales, altares
domésticos o los llamados altares portátiles, hasta las inmensas catedrales barrocas,
chocantes por su lujo y desparpajo, muy sobradas respecto a las pretensiones del Jesús que predicó austeridad, igualdad y amor.
Sin embargo, este tema tan
delicioso, da mucha materia de estudio para los investigadores o para los
simplemente seducidos por la historia del arte, a los arquitectos perfilados a
las construcciones religiosas y a los que nos interesa la preservación del
patrimonio cultural. Existen muchas edificaciones que por su vocación, título,
tamaño, forma y otros criterios, reciben el nombre de santuarios, ermitas,
capillas, basílicas y parroquias, entre otros.
Nos interesa ahora, detenernos
en las capillas, que son anexos pequeños de templos más o menos grandes que a
veces se confunden y se pierden en el conjunto, y que en otras, sí guardan de
algún modo su autonomía. Depende de muchos factores, entre ellos la advocación,
es decir la dedicación constructiva hacía un santo o virgen que protege a los
que acuden a solicitarle su socorro espiritual.
Existen capillas
verdaderamente famosas, incluso mucho más que la iglesia principal a la cual en
teoría están sujetas. Son criterios regionales, algo así como funcionan los
obispados o mitras. Hay otras capillas que a pesar de su tamaño, jamás
prosperaron para convertirse en pequeñas iglesias con párroco y todo.
Las capillas religiosas son
muy difíciles de definir porque insisto, dependen de muchos factores. Se
conservan por ejemplo las capillas de las grandes haciendas o ranchos, las
capillas posas, las capillas domesticas que eran prácticamente familiares o
vecinales y que éstas sí, podían estar desconectadas físicamente de la iglesia
principal.
Estas capillas a veces se construían en
barrios, probablemente para que los creyentes tuviesen a Dios más cerca y
evitar así, el traslado a la cabecera poblacional para patentizar su fe
cotidiana. Eran y son oratorios.
En internet se repite
monótonamente que la palabra capilla, proviene de la “Capa de San Martín”, esa que
los reyes de Francia llevaban antiguamente a la guerra y hacían colocar en una
tienda de campaña, Otros dicen que proviene del vocablo latino capella que significa cabra, porque
antiguamente se cubrían con las pieles de estos animales las ermitas y pequeñas
iglesias.
A falta de fuentes
documentales se mezcla la imaginación con la realidad. Pero lo único de lo que
no se puede especular, es que existen en la comunidad de Vixhtá de Madero,
municipio de San Salvador, estado de Hidalgo, al menos tres capillas de una
antigüedad muy considerable. Se necesitan muchos estudios de laboratorio para
determinar su edad, pero por el tipo de decorado pictórico, debieron ser obras
dirigidas por los arquitectos y frailes agustinos, quienes evangelizaron la
región. Estamos hablando del siglo XVI o XVII, es decir no es algo menor.
Son capillas muy bellas aunque
lamentablemente muy deterioradas por el inexorable paso del tiempo. Los vecinos
y dueños de ellas, acaso le dedican uno o dos días para la limpieza externa,
pues en el caso de una de ellas, se hace una celebración cada doce de enero.
Yo tuve oportunidad de
conocerlas, porque atinadamente, soy voluntario de una brigada de mantenimiento
preventivo, del patrimonio cultural. No tenemos recursos, pero sí ganas y
convicción de que esos bienes culturales se deben preservar y hacemos todo lo
posible, aún con los obstáculos naturales, de lograrlo. Soy un peón más, pero
un peón enamorado de mi trabajo.
En la época colonial existía
una figura llamada visita, se trataba de que en un momento especial, -por
ejemplo la fiesta de algún santo-, el ordinario, es decir, un miembro del clero
secular, acudía personalmente a la celebración litúrgica. Probablemente estas
capillas en comento, tenían este fin.
Lo cierto es que si estas
capillas estuvieran en algún otro estado más adelantado en el cuidado y celo
del patrimonio cultural como Puebla o Querétaro, las capillas ya estarían
restauradas y servirían como detonante turístico y cultural.
Toda labor es creación humana y rellenar los parches de nuestra casa no es malo, muy al contrario. Agradezco mucho a mis
compañeros que me invitaron a esta titánica tarea, y como he dicho siempre: “Si
yo fuera rico, todo esto lo haría gratis”. Amo a México.