Cuando imaginamos, nos
describen, o vemos algún dibujo, maqueta o fotografía de ciudades o monumentos
con mucho significado para la humanidad, no queda otra que derretirse de
asombro por las creaciones del hombre, sus sentidos culturales y existenciales.
Tener un acercamiento con esos lugares sorprendentes, es como si la Historia le
arrebatara el micrófono a los escritores y estudiosos del pasado y hablara por
sí misma en primera persona sobre los sueños y realidades del ayer. Siempre he
creído que las ciudades son entes orgánicos que nacen, crecen, se reproducen (a
veces sólo como ciertas imitaciones), pero también mueren, acaso algunas de
ellas lograr renacer de sus cenizas gloriosas, en lo que algunos especialistas denominan
como una reconstrucción de lo maravilloso, yo le llamo, nostalgia por lo que
otras generaciones vivieron, sintieron, pensaron y crearon. En otros casos la
gente se contenta con ver el cadáver, es decir, con observar los restos
arqueológicos de algún gran sitio que como un rompecabezas ficticio, se va complementando
con la configuración hipotética. No obstante, existen ciudades milenarias que
al parecer son inmortales, como Jericó, Damasco o Atenas entre muchas otras.
San Juan de Acre, es una de
ellas, sometida por diferentes culturas como la asiria, egipcia, y romana, tuvo
sus periodos bizantino, musulmán y cristiano. La ciudad fue codiciada por ser
un puerto estratégico que comunicaba -y todavía enlaza- el Medio Oriente con
Europa, Acre era la entrada para acceder a la ciudad sagrada de Jerusalén por
lo que se convirtió en una importante protagonista de uno de los capítulos más
fascinantes de la Historia Universal: Las cruzadas. Estas fueron campañas
militares que emprendieron los estados católicos para recuperar la tierra santa
de varios pueblos que manifestaron tener mejor derecho que los cristianos como
los musulmanes o los judíos, aunque también tuvo marcados fines políticos y
económicos. Acre fue disputada y ganada para la cristiandad, particularmente en
la tercera cruzada en la cual el rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León,
tuvo una decisiva participación. También jugaron un papel estelar los
hospitalarios, que eran un tipo de monjes-soldados, como la Orden de Malta, los
Caballeros Templarios y la Orden del Santo Sepulcro, que luego derivarían en
las llamadas ordenes hospitalarias como los antoninos o los camilianos. De
hecho, una vez que la ciudad fue recuperada por los cristianos, se le puso o
impuso el nombre que ahora ostenta, (en árabe es Akka y en hebreo es Akko), en
memoria del fundador de los juandedianos, la orden hospitalaria más importante
y numerosa del mundo conformada por religiosos enfermeros: San Juan de Dios.
Las películas, libros, novelas
y recreaciones de la vida medieval, se quedan cortos cuando se conoce de cerca,
cuando se puede tocar un muro edificado con la ingeniería de la época, levantado
con la fe y el corazón de los creyentes de ese entonces: La fortaleza y
hospital, fue construido para asistir a los peregrinos que se desplazaban en
penosas romerías a Tierra Santa, ahí, entre esas paredes pétreas se les atendía
no sólo en el sentido corporal, sino también se les procuraba salud espiritual.
La bella construcción estuvo sepultada por años y años, acaso a eso se debe su
buen estado de conservación -que presume ahora-. Pero no sólo es eso, el viejo
edificio que ya de por sí es un museo viviente, cuenta con la más alta
tecnología para que el visitante se lleve una experiencia inolvidable: en
efecto, caminar por los túneles, escuchar los gemidos de dolor que brincan
entre la obscuridad, (esas voces fantasmales que siguen adheridas, abrazadas necia
y desesperadamente entre las piedras) que alguna vez fueron emitidos por los
enfermos y por los presos, -porque también la fortaleza se utilizó como cárcel-,
es una experiencia inigualable. No por nada, la UNESCO, la declaró Patrimonio
Mundial de la Humanidad. Actualmente está bajo la administración política del
estado de Israel, es una ciudad mixta donde tratan de convivir dos enemigos
naturales, los judíos, que son mayoría y los árabes.
Así de lejos, pareciera que la
ciudad de San Juan de Acre es tan sólo un párrafo de una página ilustrada de un
gran libro. Empero, es toda una historia que seduce de la manera más abrumadoramente posible.
A mí me sorprende mucho que
Dios, al ser el valor universal más importante que tiene el hombre, doctrinalmente
sea visto de formas tan desiguales y sirva de pretexto para tantas guerras y tantas
muertes intencionadas. Eso es odio, no es amor. Por eso le creo a John Lennon
cuando dice: “Imagina que no hay posesiones [terrenales] y encima de nosotros, existe
sólo un cielo”. Y aunque Lennon dice que no es difícil de hacer, creo que a
veces, no es nada fácil.