21 de abril de 2015

ALCHOLOYA Y EL MUSEO DE DUENDES, HUASCA


Se cumplieron puntualmente 19 años que fui por primera vez a este -en ese entonces-, pequeño pueblecillo del Valle de Tulancingo. Lo cierto es que fue en abril de 1996 cuando conocí Alcholoya. Prometí regresar siempre, pero hasta el día de hoy pude materializar mi sueño, gracias a Dios. Está muy cambiado y muy hermoso, aunque para mí la belleza la dan las personas y no las cosas, si bien hay que decirlo, las personas son las que transforman las cosas. Pero también las cambian la naturaleza. Me explico, cuando conocí el bello rio que tiene esta privilegiada comunidad, en realidad estaba más bien seco, acaso tenía un arroyuelo coquetón, pero nada más, algo así como una bella y sincera sonrisa con pocos dientes. Pero ahora presume una hermosa cascada con una muy generosa caída de agua. 



Ahora hay más comercio, más actividad y más gente. Tiene una cancha de usos múltiples muy necesaria y su eterna iglesia pequeña que ha sido remozada hermosamente. Es un encanto de principio a fin. Es una de las comunidades que más amo del estado de Hidalgo. Por supuesto no encontré lo que iba a buscar de manera inconsciente pero también, muy consiente: una princesa que mentía. Es un suelo bendito que vale la pena pisar y besar, porque ahí han nacido grandes personas. Especialmente una sonrisa y pureza de alma únicas en el universo que me hicieron y que aún me hacen soñar ¡Gracias!



Pero, ¿Qué es el pasado exactamente? ¿Un fantasma?, ¿un burlón atemporal? ¿Un capricho que se resbala entre nuestros dedos como agua tibia o a veces quemante? ¿Es acaso, un duende juguetón, que todo lo que hace es por travesura, por mera diversión?
Lo cierto es que también pude conocer el Museo de los duendes, que se encuentra en Huasca, colindante con mi pueblo adoptado. Es un museo lleno de tradición, historia, falsedades, fantasías, pero también de dudas y creencias muy respetables. Vale la pena conocerlo. Yo creo en la parte del espejo distorsionado, creo en la parte de las visitas porque yo de niño, en efecto, fui visitado varias veces por duendinas y además, casi siempre pierdo las llaves y otros objetos, como calcetines y la cordura. Se le podría achacar al primer caso, un adelantado deseo sexual que forma parte de las confusiones de la mente, y en el segundo a un incipiente y muy claro alzhéimer; pero prefiero quedarme con la idea romántica de los elfos, duendes, trolls, dubilachos, aluxes, gnomos y otros nombres que les pone la gente o supersticiosos, (otros les dicen ingenuos). Son amigos que viven en los bosques y algunos de ellos en un rincón arbolado lleno de luz y sonido, juegan sin que les importe la economía o la política de tan mala vibra en nuestra sociedad cotidiana y capitalista. Un mundo de hadas que el hombre imagina para salir de la rutina de la soledad, para escapar por unos momentos de este mundo lleno de mezquindad y mentira, (que es de todos los defectos humanos, el que más odio). Quizá la imaginación del hombre no se cansa nunca, pero para hacer esto más interesante, los duendes y hasta los extraterrestres tienes formas humanoides, pues si no, perderían su atractivo. Vi en la BBC TV, un organismo que no es ni planta ni animal y que se extiende de una forma muy especial y que a veces se alimenta de hongos. Eso para mí, me asombra más y me pasma por su naturaleza tan rara.



Los duendes no son contrarios al fanatismo religioso o sea al demonio que se apodera de nosotros a través de mentiras. Simplemente es imaginación liberada. Son amigos si uno quiere. Pueden vivir en el bosque o en la mente, da igual.
En fin, me quedó con la parte bonita del cuento.  
Creo en Alcholoya, uno de los cuatro puntos cardinales que marcaron mi vida y acaso uno de los más importantes y sinceros. Me quedo con las piedras mágicas de buena voluntad y fe, me quedo con el agua, con la tierra y con el cielo pues en ellos vagan los sentimientos pobres o desguarnecidos. Al terminar la historia, todos somos parte de la misma naturaleza transformadora, vital y a veces muy caprichosa. Lo que nos distingue de ella, no es la cultura ni el conocimiento, es el sentimiento de amor y la verdad que profesamos con los demás, pero principalmente con uno mismo.

Y tú, niña de Alcholoya, que con un beso renaciste el agua de la cascada que enamora, que enamora visual y sonoramente, fuiste mi duende que se dejó atrapar en un video ¡Te amo! Aunque los demás digan que no existes.

¡Para que tú existas, yo seguiré siendo niño!