La vida es como un delgado hilo de muchos colores, texturas, grosores, rugosidades y direcciones, en el cual avanzamos cuan intrépidos trapecistas sin saber porqué. Sobre el hilo se gatea, camina, corre, o se detiene uno a descansar, sin saber jamás cuando se va a reventar la continuidad, la extensión, o ese hilo estrecho que a Dios se le ocurrió para llegar hasta Él.
El conducto débil se pude romper ahora o después, temprano o tarde, pero de que se revienta, se revienta irremediablemente, así que hay que disfrutarlo, mientras el Creador del Textil, el Inventor del Truco, no ordene que se rompa ahora ya. Él manda y nosotros sorprendidos por la inteligencia y conciencia que nos dio, obedecemos con gusto.
Pero eso no es vivir, vivir significa no saber que se camina sobre ese hilo delgado, como un niño de cinco años que no tiene conciencia de la muerte, o un joven de dieciséis, que aunque tiene conciencia no le importa. Pero un hombre de edad, ya sólo espera el desenlace y no se atreve a mirar adelante ni mirar atrás. A cada paso el hilo se adelgaza todavía más y la vara que nos da el equilibrio, se acorta peligrosamente un centímetro a cada paso, y no hay alternativa de no avanzar en el circo ante la mirada de los que pagaron boleto, se suspira, se cierra los ojos, se piensa en el pasado y en el presente, se dice una palabra bella a quien se ama, y se da un paso mas, esperando que el hilo no se rompa esta vez, (sólo una vez más), todavía hay otras cosas que hacer; de verdad, todavía hay muchas cosas que hacer unos pasos adelante.
Cree uno, al voltear hacia abajo y hacia arriba y al ver azorado sobre lo delicado que se camina, y que el hilo puede aguantar otra broma, pero al dar otro paso, nos damos cuenta que el endeble hilo nos puede quitar la maldita vanidad absurda.
A veces, al dar el otro paso, uno piensa que a lo mejor no se ha pisado con cierta firmeza sobre el hilo delgado, o a lo mejor aunque se pisó con seguridad, jamás se supo que se estaba pisando. O que se estaba caminado por un hilo largo que para otros fue muy corto, tan pequeño que no dio tiempo a comprender en donde se caminaba.
Mientras caminamos sobre la cuerda, a veces llueve sobre nosotros, a veces hay un sol esplendoroso, y vemos alrededor a los demás trapecistas, unos van más adelante, otros vienen retrasados, unos ya se cayeron, otros hacen piruetas sobre el cable que Dios nos prestó para atravesar el océano. Pero todos caerán, es el precio por tan inmensa felicidad regalada.
Y yo dije al dar un paso más en la cuerda sin red: “Que hermosa oportunidad significa arrastrarse, caminar o brincar en el hilo delgado, no se cuando se va a romper, pero soy feliz de no soltarme aún, y de dejar marcas atrás, y de tener conciencia de que estoy caminando sobre un hilo delgado que tanto amo” Cuando se rompa ya no podré decir lo que digo ahora: “¡¡Yuupii!! El hilo sí que aguanta.
Yo no estaba completamente seguro de traer a otros inocentes a caminar en la cuerda delgada, pero al intuir la intención de Dios, grité: ¡Vivan los hijos! al ver a la guapota dije sin freno: nena ¿traemos al mundo a otro trapecista para que pueda caminar como tú y como yo en este hilo delgado que estamos atravesando ahora? ¡Jé! Sólo necesito que acerques tu hilo al mío antes de que se rompa cualquiera de los dos, tú decides, en tanto haré otra pirueta, el hilo aguanta.
Foto: En la oficina, INAH Hidalgo, 12 octubre 2006.
2 comentarios:
Vivir, realmente vivir, es saber que caminas en ese hilo delgado y no te preocupas porque se rompa, es disfrutar de la adrenalina que te inyecta retar a la parte más delgada del hilo... Un día, cariño, nuestros hilos pudieron unirse y se hicieron fuertes, hoy, después de casi un año, siento que sólo me quedan retazos y pelusas, esos que voy a guardar en mi bolsillo y que usaré para reforzarlo cuando sienta que se está rompiendo.
Hoy no tengo miedo, porque los hilos se atarán, lo sé...
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