24 de julio de 2007

HOSPITAL DE SENTIMIENTOS DESAHUCIADOS

Os saludo hermanos ebrios, que como yo, lo están por falta de mujer! Pero ahora, ya cerrarán esta miserable pocilga apestosa y comercial, por lo que pronto nos tendremos que ir; en tanto, permítanme que alce mi copa titubeante como despedida mientras miro alrededor, sólo para buscar muy ansioso, necio y ciego, migajas de amor, debe sobrar algo por ahí, a lo mejor acá, a lo mejor allá, no creo que nadie pueda llevarse todo. No creo.
Ahora, y si estoy muy de buenas y con algo de suerte, puede que en aquella mesa vacía de personas -aunque llena de ceniza de cigarro, pisadas y vasos sucios-, encuentre algún residuo de amor. ¿Porqué no?
Y entonces lleno de frustración por falta de coqueteo que se compra, lancé furioso al piso de color verde, el candado abominado; y de pronto sin esperarlo, la hechicera sin escoba pero con cuerpo de mujer me susurró al oído y me estremeció tan sólo con acercarse a mi con esa sonrisa triunfante aunque a sabiendas peligrosa. Me invitó a ser, para ella, el último hombre de esa noche maldita de pocos clientes, el último, pero nunca el primero. Y mareado por las luces y perversas sombras, me sentí el más importante, sólo por la oportunidad que me dio de tocar con mis ilusiones locas, su burlón corazón de dama que busqué entre sus cálidos muslos. Es la mujer-gata que cuenta historias fantásticas en la penumbra solitaria a cambio de dinero. Tengo monedas sucias para pagar su incontenible vomito. Viene con las alas extendidas, con la victoriosa varita mágica en la mano y la dulce promesa inmunda entre las piernas. Ahora seré su cerdo, si es que ella accede a contarme sus mentiras asquerosas y acepta, borracha, mis monedas que fueron arrancadas del lodo. ¡Malditos los humanos que no han sufrido! Maldigo a los locos que viven encerrados en el Cofre de Oportunidades Vacías, devorando pesadillas de desencanto, bebiendo adioses olvidados. Sí, ya me voy, (o me corren por falta de dinero o exceso de necesidad), después de oír un cuento caprichoso y vulgar, dejaré como propina cuatro estúpidas desilusiones. Salgo a la calle mucho mas contrariado que antes, respiro el aire fresco de la madrugada, pienso en no regresar a ese horrible castillo de espantos, veo la luna, comprendo entonces parte del cuento-, y camino a paso rápido para vencer a la distancia-, pero al respirar el aire frío de la madrugada que da nuevas oportunidades para vivir, al salir del callejón obscuro empiezo a creer en Dios otra vez, y ¡¡EMPIEZO DE NUEVO A VIVIR!!, si bien faltan todavía muchas anécdotas que contar del bar embrujado: Lo recuerdo ahora que estoy solo en mi cama sin poder dormir. ¡Ah como quisiera tener dinero para regresar mañana a ese lugar de corazones apartados que vende ilusiones y amor! -un mercado de caricias de diferentes precios- y poder ir a escuchar el final del cuento subyugante. ¡Quien tuviera dinero para presumir y poder abrir las puertas de esa barraca, y platicar con las extrañas hadas que habitan en él ! Vuelan de un rincón a otro, por eso nunca podré atrapar a ninguna de ellas. Ni con todo mi amor que es bastante, ni mucho menos con mi poco dinero, que es bien poco. Salud.

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