Hoy, sin tener mucho que hacer, me topé de la casi nada, con una reflexión bella y profunda: miré con atención la bendita mesa vieja -donde tantas veces he comido tan deliciosamente, gracias a Dios-, de la casa de mi mamá, casa donde paso casi la mitad de mi vida. Y pensé que sería bueno y hasta feliz, que yo, agradecido que fuera, comprara un antecomedor pequeño pero bonito; es que la casa de mi amor materno, es muy chiquita. No lo haría por mí, yo soy feliz sentado en una banqueta y mirando las personas pasar, las mujeres vivir y los perros jugar o comer. Lo haría para que otros disfrutaran algún regalo pequeñito que yo pudiera hacerles y que se pudieran sentar en una silla de verdad, o al menos, cómoda, (dos sillas de esta mesa están rotas de las patas y salieron bonitas, sólo para la foto). Bueno, con honestidad, no lo haría desinteresadamente, en el fondo tengo la maldita vanidad y ego de que me recuerden cuando yo ya no esté aquí, por algo insignificante que pudiera yo dar, eso sí de todo corazón.
A los muebles les pasa lo que a las personas, cuando son viejos ya nadie los quiere, aunque hayan sido muy útiles por algún tiempo.
11 de abril de 2010
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2 comentarios:
wow!! Sabes que a diferencia de mi, tu tienes una buena habilidad escritora? Todo lo que escribes aqui, llena y reconforta los sentidos...
Pansy Nauplio Parkinson
TKM!!!
Diana Karen
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