UNA AVENTURA CULTURAL POR TAXCO Y LOS ESCALOFRIANTES APARATOS DE TORTURA

El maravilloso Taxco de Alarcón, (llamado así en honor de Juan Luis de Alarcón y Mendoza, famoso dramaturgo novohispano del Siglo de Oro que cultivó el teatro barroco hispanoamericano, comparable a Lope de Vega o Tirso de Molina y que nació en ese poblado tan singular), es un prodigio urbanístico y ofrece posibilidades inacabadas de cultura, gusto y entretenimiento; entre los principales atractivos turísticos están: la parroquia de Santa Prisca, la asombrosa e inigualable joya arquitectónica churrigueresca colonial (patrocinada por Don José de la Borda, el dueño de las minas del lugar), la iglesia de Guadalupe, con una encantadora vista panorámica, y la iglesia del ex convento de San Bernandino entre otras.


El teleférico es otro atractivo obligado de visita. Hay magníficos lugares donde comer, bares muy económicos y agradables, hoteles para todas las posibilidades, sitios donde comprar artesanías y por supuesto la orfebrería en plata que es muy requerida a nivel mundial. El bello Taxco tiene un mercado que ofrece de todo al visitante, como el sabroso menudo o la barbacoa.


También son dignos de visitarse los espacios culturales como el Museo de antropología Guillermo Spratling y el Museo de Arte Virreinal o Casa Humboldt, porque hay que recordar que Alexander Humboldt el geógrafo más sobresaliente del mundo, al menos de la América importante del siglo XIX y que en 1803 durmió en ese edificio barroco tan singular, dentro de sus viajes exploratorios estudió los reales de minas, como Pachuca o Taxco. El Museo es conocido como de arte virreinal, pues se encuentran alojados dentro de su acervo objetos de todo tipo, mobiliario, túmulos, objetos de vida cotidiana, litúrgicos y otros que hacen muy agradable y didáctica la visita del espectador.


Sin embargo por estos días se está presentando una asombrosa exposición en la sala de temporales que se llama "Aparatos de tortura y pena capital" que sobrecoge el espíritu más fortificado de cualquier ser humano. No cabe en mente alguna pensar acaso, quien pudo idear tales instrumentos abominables de castigo a quien no pensaba al común de los ideólogos de la época que tenían el poder de la definición y por tanto podían decir que era bueno y que era malo. Maquinas aplasta pulgares, mascaras infamantes (que se usaban en befas públicas para los que se apartaban del convencionalismo social establecido), al igual que dados, cadenas y otros objetos de burla que tenían el mismo fin.



Luego vienen otros aparatos más crueles e inhumanos como el potro, la rueda, el collar con púas o con pesos, la escalofriante cuna de Judas, el cinturón de castidad, la doncella de hierro, la guillotina, la sierra, la silla de castigo y muchos más de tormento infame que por lo sofisticado de su tecnología nos hablan de una terrorífica y muy perversa mente que tenían aquellos dueños de la razón, para lastimar a un semejante.


Por ejemplo ponían a un individuo sospechoso en una cruz de San Andrés boca abajo y colgado de esa manera le cortaban el cuerpo con una sierra por las entrepiernas, pero el sacrificado no perdía la vida de inmediato, pues al tener la sangre gravitatoria del cerebro estaba consciente de lo que sus malditos verdugos le provocaban. De verdad no es concebible que haya mente humana que haya inventado estos aparatos que seguidamente se le aplicaba a los herejes, brujas sospechosas, apostatas, adulteras o monjas que perdían el celibato. Los homosexuales también eran víctimas de estas atrocidades.



Pero afortunadamente esto se está superando poco a poco tan así que yo vi dos lesbianas muy hermosas y muy enamoradas en el mismo bar que yo estuve en el Taxco inolvidable.


Ojala Dios permita la eliminación de la maldad, la tolerancia y el amor al semejante para ya no inventar tan estúpidos y diabólicos instrumentos de tortura. Aunque ahora los medios y el gobierno tienen otros métodos más sutiles de tortura institucionalizada que aunque no dan sufrimiento a la primera, a la larga aprietan el cuello al pueblo, no para matarlo, pues si no, de que vivirían aquellos insanos.