Ante personalidades, funcionarios de los tres niveles de gobierno y la comunidad en general, se inauguró el Museo Arqueológico de Acaxochitlán el cual cuenta con una excelente museografía y un acervo patrimonial de mucha relevancia.
Acaxochitlán, vocablo de origen náhuatl que significa “Entre las flores del carrizo”, es el nombre del municipio y cabecera homónima que tiene una extensión territorial de 226.10 kilómetros cuadrados. Se encuentra en el sureste del estado de Hidalgo, a 69 kilómetros de la capital Pachuca. Tiene una altura de 2 270 metros sobre el nivel del mar.
En la época prehispánica, Acaxochitlán perteneció al área geográfica cultural denominada Mesoamérica, específicamente en una de las seis regiones mesoamericanas, conocida como el Altiplano Central y colindante con otra de gran importancia: la Costa del Golfo.La zona tuvo distintos asentamientos de grupos humanos anteriores a la llegada de los españoles, de ahí la gran cantidad de vestigios prehispánicos que van desde petrograbados hasta cerámica utilitaria, ornamental o ceremonial.
En el actual territorio del municipio hubo presencia chichimeca, teotihuacana y azteca e influencia totonaca en los distintos periodos de la época prehispánica.
Mucho de este material arqueológico ha sido recuperado, restaurado y clasificado con fines didácticos y de deleite para la comunidad y público en general.
El rico acervo del Museo Arqueológico de Acaxochitlán comprende alrededor de 800 piezas entre figuras antropomorfas diversos cajetes, vasos, incensarios, y braseros entre otros.
El museo es resultado del trabajo coordinado del H. Ayuntamiento, la Delegación del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Hidalgo, el Patronato Pro Construcción del Museo Arqueológico de Acaxochitlán y de algunos vecinos que tienen un gran sentido por nuestro pasado, identidad y por el inconmensurable patrimonio cultural de México.
ARQUEOLOGÍA DEL HORIZONTE CLÁSICO (200 a 650 DC.)
Este periodo caracterizado por un proceso de urbanización, especialización del trabajo y una mayor producción de excedentes alimentarios y artesanales, propició la formación de clases sociales; así hubo grupos dedicados al trabajo y producción, surgió la clase gobernante que se consolidó para asegurar el control físico e ideológico de la población y conquistar nuevos territorios para la obtención de materias primas e intervenir el comercio: germinó así el Estado Teotihuacano cuya capital del importante estado político fue la ciudad de Teotihuacán.
El Estado Teotihuacano se expandió y llegó a controlar la Sierra de las Navajas en el actual estado de Hidalgo y otros yacimientos de obsidiana como el de Otumba, en el estado de México, alcanzaron otros territorios de Veracruz, Puebla, Michoacán y Querétaro de donde obtenían cal y otras materias primas. También tenían grupos de buzos en las costas del océano pacifico mexicano, como en Manzanillo, Colima, que los proveían de conchas necesarias para sus rituales.
Los arqueólogos Angélica Oviedo, Delfino Pérez y Julio Berdeja nos informan que con motivo de la construcción del tramo “Santa María Asunción- Tejocotal” de la autopista México-Tuxpan que atravesó el municipio de Acaxochitlán, llevaron a cabo por parte de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH recorridos de superficie localizando 23 asentamientos prehispánicos que fueron registrados y catalogados, de ellos el 69.56 % son teotihuacanos. En sitios como “Los Reyes” y “El Molino” localizaron materiales de la cultura azteca o mexica.
Durante estos recorridos se localizó la zona arqueológica de Tzacuala que está formada por dos conjuntos con arquitectura monumental y consisten en plazas rodeadas por estructuras que tuvieron funciones cívico-religiosas.
Se exploraron dos casas de antiguos teotihuacanos de Acaxochitlán, la más antigua fue ocupada en la fase Tzacualli que se ubica de los primeros años de la era cristiana a 150 d.C., y en su exploración se localizaron figurillas antropomorfas de barro modeladas a mano con decoración hecha con la técnica del pastillaje. Aparecieron también ollas, cómales molcajetes y cajetes de barro cocido. También había navajas prismáticas, cuchillos y punzones de obsidiana gris, En la casa más reciente correspondiente a la fase Xolalpan (550 a 650 d. C.), se excavó una cala arqueológica donde se descubrió una ofrenda formada por dos braseros ceremoniales, fragmentos de cajetes y un vaso trípode con un reborde decorado con rostros de ancianos hechos en molde. Los braseros tienen la base en forma de reloj de arena. Uno de ellos presenta una tapa cónica decorada con caracoles y flores estilizadas. Es importante mencionar que en el México central solamente han sido encontrados estos incensarios en Teotihuacán y Azcapotzalco. La mayoría de estas piezas se han localizado, -como ofrendas- bajo pisos, pero no corresponden a contextos funerarios.
El investigador del Centro INAH Hidalgo Carlos Hernández dice que en Acaxochitlán no hubo una influencia, sino una verdadera presencia teotihuacana, al igual que en Atotonilco el Grande y en Huasca de Ocampo pues recientemente el arqueólogo Hernández acaba de registrar una colección arqueológica en Huasca y más de la mitad de ellas, eran teotihuacanas.
.Acaxochitlán al colindar con la cultura Totonaca, recibió su influencia la cual se caracterizó por las esculturas llamadas yugos, hachas y palmas así como la decoración de grecas.
ARQUEOLOGIA DEL EPICLASICO (650 a 900 años DC.)
El epiclásico es un periodo de la época prehispánica que se caracterizó por la transición entre el ocaso de Teotihuacán y las migraciones chichimecas al Altiplano central, con la posterior conformación de las sociedades del Posclásico.
El colapso de Teotihuacán y su sistema político, económico y cultural fue un hecho medular que repercutió en Mesoamérica, rompiendo siglos de estabilidad política y originando sociedades inestables antes controladas de forma directa o indirecta por los teotihuacanos y con conflictos entre sí, que crearon urbes de importancia singular como Xochicalco y Tula.
En esta etapa decadente y final de la cultura teotihuacana se tienen como únicos vestigios en Acaxochitlán, piezas de una colección arqueológica que registró el arqueólogo Carlos Hernández que consiste en cajetes de base áspera que son característicos de la zona arqueológica de Zazacuala en Santiago Tulantepec, Hidalgo.
Estos recipientes son contemporáneos de unos braseros que tienen la representación de un personaje que es el antecedente del que aparece en los bajorrelieves de la Pirámide de los Atlantes de Tula y que junto con representaciones semejantes que aparecen en las estelas de la zona arqueológica de Xochicalco en el estado de Morelos, alcanzarán su máxima expresión en la cultura tolteca. Este tipo de braseros también fueron localizados, si bien fragmentados, en la zona arqueológica de Huapalcalco, en el estado de Hidalgo.
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