
No tengo derecho a la honestidad, mucho menos al amor. Pero sí, -o creo-, a ver esa foto que tanto disfruto.
Ya me voy a morir y no reclamo nada, la culpa es toda mía. A pesar de ello, todavía me conmueve pensar en la infinita bondad de Dios, me sacude pensar en su incalculable amor y en la multitud de oportunidades que me dio. Yo las desaproveché todas. No tengo a nadie, pero el gran y amado Señor no me ha abandonado.
Espero que me perdone la gente, Dios ya lo hizo, y ahora Él es mi único amor, ¡pero qué amor!
Le agradezco a ella (me enseñó el valor de decir TE AMO) y te agradezco a Ti, Señor, por la mentira tan bonita que hizo ella, que mientras duró, me la creí y fui inmensamente feliz. Sólo merecía eso, falsedades, mentiras que a mi viejo y enfermo corazón, le parecieron la gloria y dicha jamás imaginada, pero ¡oh! bienvenido al mundo real.

Por eso ahora sigo viendo la foto obtenida de internet, y creo que también se empieza a descomponer, como todo lo que toco o quiero, parece que se arruga, como si fuera papel mojado por lágrimas. No es la primera vez que me pasa.
No me importa mucho tener en mis manos un papel deshecho, si es que en verdad lo tengo, es lo que Dios me dio y aunque se deshace en mis manos cada vez que lo veo, quiero amar ese polvo que se escurre por mis dedos; sigo esperando con el pelo ya muy blanco, a mi amor y a una esperanza que descansa en la ventana.
Estoy más que seguro que nunca vendrá, y aún así de vez en cuando volteo a la puerta; mi imaginación y deseo me hace sentir sombras, pero al limpiar las lágrimas de mi soledad, me doy cuenta que la puerta está vacía y limpia. Regreso la cabeza y Dios me espera y me sonríe, yo apenado, por querer tener una compañera, una mujer, me hinco y beso los pies del Señor, mi gran, mi único y verdadero amor, lo hago sinceramente porque estoy enamorado y agradecido de Él, pero a los cinco minutos vuelvo a voltear la cabeza disimuladamente a la puerta para ilusionarme con otra sombra imaginaria y deseada, ya no me importa que no sea una mujer de verdad, con la intencionada sombra me conformo. La ilusión me hace vivir unos momentos más y son muy maravillosos, porque todavía creo que vendrá esa mujer y ya la amo y hasta ya la extraño cuando tenga que dejarme por unos minutos para ir a ver a su novio y a su mundo real.