27 de agosto de 2006

Y LAS CANCIONES QUE TE DEDICO, HACEN CADA VEZ MAS DIFICIL CREER, QUE NO ME QUIERES

Llegó el amanecer y sigo pensando en ti; he llegado a pensar que toda la música se inventó para combatir la resistencia de tu corazón; no creo que soportes tantas canciones bellas que dedico para ti, sin doblegar tu espíritu.
Te trepas con tu sonrisa pícara en este viejo corazón, que al imaginar tu tibieza no conocida, latió enfermo de esperanza y que de sobra, palpitó triste de celos. Te trepas con tu piolet inocente, escarbando para subir.
Tu mirada mató mi dulce calma sin horizonte y el abrazo que me pediste, me sentenció al insalvable manicomio. El fantasma juega y se divierte conmigo, luego se cansa y me deja en paz. Pero sé que regresará de nuevo.
Si a cambio de que te enamores de mi, no debo tocarte nunca, lo acepto. Ahora estoy de fiesta porque hiciste despertar mi amor adormecido, que aunque duele, lo celebro con mis amigos quienes ya me notan algo raro.
Creo que el plaguicida me hace más daño a mi que a los insectos que pretendí matar, sin embargo sigo rociando el veneno para dominarte, sigo pidiendo canciones, aunque se que nunca las oirás. Yo no quiero morir de amor, las canciones son para ti, yo no las inventé, fue el amor.
Yo soy el famoso minero de amor, aquél que al escarbar buscando un corazón de oro se hizo viejo; el gambusino que dejó el pico y pala inservibles, y que al salir de la mina ya cansado, te encontró, y confundido y contrariado, sólo atinó a dedicarte una canción de amor, para defenderse de tu magia blanca.
Y loco de emoción grité:
¡Hey pianista, otra vez “Demasiado joven”, es para ella!

17 de agosto de 2006

NO QUIERES ENSUCIARTE LAS MANOS CON EL FRIO DE MI SANGRANTE CORAZÓN

Hace mucho frío y estamos tú y yo solos en el bosque, o al menos eso creí, pues al verte, nunca pensé; ¡oh! de verdad que no lo pensé, que pudieras pertenecer a otro, no pude imaginarlo siquiera, pues es claro y esa es la única certeza que tengo, que nadie más, te admira como yo lo hago y eso sí puedo jurarlo. Mi corazón derrama sangre fría, se muere por ti y tu no lo quieres acoger en esas manos tan hermosas, a pesar de que yo cargo -como promesa- una gran cobija en la espalda, llena de poesía y sentimiento llamada John Lennon, ella podría acogernos a los dos en su calor, hoy y siempre. El gran manto no existe sólo para esta noche, nació para abrigarnos siempre, y no solamente a mí que tanto lo necesito, ¡oh sí!, sino también a ti y a tu dulce forma de ser y de existir. Pero tú no quieres compartir la tibieza de la cobija. El cobertor es grande y tiene insuperables remiendos filosóficos, como el que dice: “Es bueno estar vivo”; yo no tengo a quien arropar con este enorme manto. La cobija es la más bella y cálida del mundo, pero no sirve de mucho si sólo me cubre a mi; la cobija y yo te necesitamos, bebé.
La cobija para este invierno tiene grabado en una parte de su textil la leyenda: “El amor es una flor que debes dejar crecer”, pero sin tu agua, esa flor se marchitará irremediablemente, ¿Nena, puedes entender el pensamiento de los tontos?
Y a pesar de la suplicante promesa, fuimos rechazados, la cobija y yo; la dulzura ultra humana se quedó en un hogar encantador con chimenea y con un verdadero y valioso amor, no conmigo. Y yo con mi cobija, tuve que recorrer el largo bosque, toda la tarde, ya casi al anochecer, bajo la lluvia, entre peligros y lagos, en busca de otra marmota que pudiera necesitar un corazón tan confundido como el mío y que necesitara una bella cobija como la que ofrezco. Sigo buscando solo, pero no tan solo pues voy bien resguardado del frío y del invierno inclemente. Ningún solitario va mejor cubierto que yo.