Yo soy igual, -o a lo mejor menos-, que el más insignificante botón de una camisa encantadora.
Sin embargo, ese presuntuoso botón que alguna vez observé, apropié, le di importancia en mis dedos, creí y sentí como si fuera yo mismo, (identificado con los inadvertidos), se cayó un ineludible día de la agraciada prenda de vestir.
Antes de ello, la camisa lucía bien; es más nadie, se acordó o pudo pensar siquiera, que un simple botón pudiese afectar la singularidad estética de una camisa presentable y bella; y todavía peor, ni siquiera nadie supo o imaginó jamás que había un botón, que pudiese menoscabar a la buena camisa -o quizá también a alguna parte de la vida misma-. Nadie se enteró que existía el botón, que es verdad, había estado ahí siempre, aunque no lo pareciese. No es que el botón expatriado (cuyos evidentes signos de locura eran más que provocadores), haga ahora mucha falta, pero no niego que extrañamos de alguna forma, su tonto servicio. Ahora la camisa no puede lucir como siempre fue: bella, todo porque al maldito botón, se le ocurrió caerse precisamente ahora. El botón nunca hubiera sido notado, ni extrañado ni tan sólo por unos segundos, si es que no se cae y con su absurda ausencia, estropea para siempre, la armonía perfecta de las cosas lindas e importantes.
Aclaro que yo sí vi al botón antes de su desaparición física y eterna, lo observé con cuidado, -confieso que yo entonces tenía algo de tiempo, un gran aburrimiento y un poco de curiosidad para hacer eso-, lo vi, toqué y hasta juguetee con esa pequeña cosa de cuatro agujeritos y llena de hilo de colores. Y a pesar de su pequeñez, vi sus ganas de vivir, de servir y de formar parte de este mundo y hasta de lucir (a pesar de su tamaño), en la elegante camisa coqueta, que por demás, sólo usaba al botón, como a otros elementos, sólo para sobresalir.
Pero el broche se cayó un día -o tuvo que caerse- y se extravió para siempre, a lo mejor no estaba bien cosido. Ahora habrá que buscar otro botón similar para sustituir al fugitivo, lo importante es que la camisa luzca igual de hermosa. Pero, un botón como el perdido…. ¡Bah! existen muchísimos en el mundo, y hasta de mejor calidad. Que mas da uno que otro, lo verdaderamente importante es que la camisa siga luciendo su belleza, ésta no se va a perder por un botón creído, desconsiderado, el que por viejo tuvo que irse, fue un impertinente (tal vez por la edad), un desconectado del sistema y de la sociedad, ¡por supuesto que no!
Sin embargo, ese presuntuoso botón que alguna vez observé, apropié, le di importancia en mis dedos, creí y sentí como si fuera yo mismo, (identificado con los inadvertidos), se cayó un ineludible día de la agraciada prenda de vestir.
Antes de ello, la camisa lucía bien; es más nadie, se acordó o pudo pensar siquiera, que un simple botón pudiese afectar la singularidad estética de una camisa presentable y bella; y todavía peor, ni siquiera nadie supo o imaginó jamás que había un botón, que pudiese menoscabar a la buena camisa -o quizá también a alguna parte de la vida misma-. Nadie se enteró que existía el botón, que es verdad, había estado ahí siempre, aunque no lo pareciese. No es que el botón expatriado (cuyos evidentes signos de locura eran más que provocadores), haga ahora mucha falta, pero no niego que extrañamos de alguna forma, su tonto servicio. Ahora la camisa no puede lucir como siempre fue: bella, todo porque al maldito botón, se le ocurrió caerse precisamente ahora. El botón nunca hubiera sido notado, ni extrañado ni tan sólo por unos segundos, si es que no se cae y con su absurda ausencia, estropea para siempre, la armonía perfecta de las cosas lindas e importantes.
Aclaro que yo sí vi al botón antes de su desaparición física y eterna, lo observé con cuidado, -confieso que yo entonces tenía algo de tiempo, un gran aburrimiento y un poco de curiosidad para hacer eso-, lo vi, toqué y hasta juguetee con esa pequeña cosa de cuatro agujeritos y llena de hilo de colores. Y a pesar de su pequeñez, vi sus ganas de vivir, de servir y de formar parte de este mundo y hasta de lucir (a pesar de su tamaño), en la elegante camisa coqueta, que por demás, sólo usaba al botón, como a otros elementos, sólo para sobresalir.
Pero el broche se cayó un día -o tuvo que caerse- y se extravió para siempre, a lo mejor no estaba bien cosido. Ahora habrá que buscar otro botón similar para sustituir al fugitivo, lo importante es que la camisa luzca igual de hermosa. Pero, un botón como el perdido…. ¡Bah! existen muchísimos en el mundo, y hasta de mejor calidad. Que mas da uno que otro, lo verdaderamente importante es que la camisa siga luciendo su belleza, ésta no se va a perder por un botón creído, desconsiderado, el que por viejo tuvo que irse, fue un impertinente (tal vez por la edad), un desconectado del sistema y de la sociedad, ¡por supuesto que no!
2 comentarios:
¡Hay pobre botón cuanta tristeza habrá sentido, yo se perfectamente como se sintió; herido, engañado, utilizado, si hubiera tenido corazón se le hubiera partido en mil pedasos como el mio, pero comprobo que ni era único ni especial como le habian hecho creer, ahora ese boton se ira con muchisimo cuidado y no volvera a confiar en alguien que no conosca bien, porque duele y duele mucho saber que en esa misma camisa habia otro boton al que coqueteaban y con el cual querian quedar bien E.......
Tú perdiste un botón, a mí me robaste la camisa, me quedo aquí, desnuda y perdida, porque de nada sirvo sin colores nuevos...
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