Tuve el gran privilegio de ser
invitado por parte del Comité Administrativo del Centro Turístico de los
Prismas Basálticos de Huasca, Hidalgo, -que preside el Profesor Santiago
Moncayo Morales-, para fungir como jurado calificador en la quinta edición del
concurso de Altares de Muertos que fueron montados por los diecinueve locatarios
con los que cuenta el hermoso destino.
El lugar, como todos sabemos, es
una verdadera maravilla de la naturaleza que ahora está acondicionado para
disfrutar todavía más de ese lugar de ensueño.
Particularmente, yo como promotor
cultural y rescatista de los valores patrimoniales y tradicionales del estado
de Hidalgo, quedé fascinado por tan plausible trabajo: cada socio montó una ofrenda
en cada uno de los locales comerciales
del complejo y me parece que es una de las mejores muestras que he visto, tanto
por su calidad, variedad, creatividad y por lo bien documentados que están sus
expositores. Por primera vez y en un solo lugar, los múltiples visitantes pudieron
apreciar los diferentes elementos y formas que caracterizan a los altares en
nuestra entidad. Todas las zonas geográficas de nuestro estado pasaron revista:
El Valle del Mezquital, la Sierra de Pachuca, la Huasteca y la zona tepehua
entre otras.
Fue una fiesta de colores,
sonidos y sabores, un agasajo visual y auditivo. El resultado fue una demostración
del derroche de talento y amor que tienen los hidalguenses por sus costumbres.
Lo que me sorprendió mucho fue la
gran preparación de las personas que explicaron la parte compositiva del altar,
su origen e incluso los motivos que movieron al montaje por parte de los
expositores. Creo que todas fueron mujeres.
El altar del local uno, se
inspiró en las ofrendas que se instalan en Metepec, con tres niveles y una espléndida
explicación de Lucía Erika Mensias. El dos también tuvo los niveles del cielo,
la tierra y el inframundo, el papel morado y el incienso. El local tres presentó
un altar de la zona de Huasca con su camino de flores, la sal y el agua que
simbolizan el bautismo. El cuarto también fue de la región de Real del Monte y
Omitlán aromatizado con la flor de cempaxúchitl, el arco que representa la
entrada al cielo y fue el primero que incluyó una fotografía de un difunto. El
local cinco presentó un altar con sabor prehispánico. Herminia Moncayo dio la
explicación del sexto y éste incluía una toallita y jabón, para que los niños
difuntos que nos visitan, se laven las manos antes de comer. El séptimo estuvo
personalizado a Leonardo Bazán con los alimentos y bebidas que tanto le
gustaban.
El octavo estuvo sorprendente, nos recibieron dos actores
personificando a la catrina y quizá a su pareja; recitaron unas divertidas
calaveras literarias y una perfecta explicación a cargo de dos señoritas que
memorizaron su dialogo. En el piso había una fantástica composición hecha con
aserrín pintado. Se dijo que el sahumerio es para limpiar el alma y la energía;
el espejo volteado hacía la pared significa que el altar puede verse a sí
mismo, esperando a los muertos. El noveno presentó piezas de pan de las cuales
se dijo, el color rojo representa a la sangre. La décima estaba inspirada en Atlapexco
y se dijo que era un ofrecimiento a la madre tierra. El número once tenía siete
niveles en donde se colocan los diferentes objetos. El número doce tenía elementos
propios del Mezquital como el xoconostle, morrales de ixtle, pulque, salsas,
ayates y en el piso una gran estrella cuyos picos representaban a los cuatro
puntos cardinales o las cuatro estaciones. También ofrendaba semillas como
frijol y maíz.
El local trece, se basó en
Huazalingo y tenía unas mascaras de madera que son elaboradas por los
lugareños, que utilizan para el carnaval. Este altar fue el primero en
ambientar la exposición con música. El número catorce se inspiró en Yahualica
(Que significa Reina de las alturas), con sus siete niveles o pasos para llegar
al cielo, el incienso era la guía olfativa para que los difuntos pudieran
llegar a su ofrenda. Este fue el altar que ganó el primer lugar. El número quince también era de la región de
Atlapexco y tenía un jacal hecho con pencas de maguey y otras ramas de árbol. Tenía
algunas vasijas de barro de las conocidas como chililico. En la explicación se
dijo que la gente se disfraza para bailar. De hecho, la dueña bailó. El
siguiente fue de Zacualtipan y ofrendó atole o chilaca. Hubo otro altar que
ofrendó calabazas cultivadas en la propia casa. Creo que esta idea se apega
mucho más a la tradición tan añeja.
Pero en esta materia, nada está
dicho ya, pues la tradición es un ente vivo y se mueve, se transforma de
acuerdo a realidades y entornos distintos. Y eso es precisamente, lo bello y
mágico que encierra esa actividad costumbrista y milenaria. Cada pueblo la enriquece
con aportaciones propias tratándole de dar una identidad propia y hacer suya,
una tradición que en realidad nos pertenece a los pueblos mesoamericanos.
Sinceramente agradezco y felicito
mucho a los organizadores y a los participantes porque me hicieron sentir muy
orgulloso de ser hidalguense y mexicano.
Me parece que este concurso –ya instituido-,
es un gran motivo adicional para asistir el próximo año a los famosos Prismas Basálticos.
¡Una experiencia Inolvidable!
1 comentario:
Ariadna Gabriela-
Lo felicito por su artículo, y también por difundir las costumbres de nuestro país y estado. también pude disfrutar de apreciar cada uno de los altares y percibir el entusiasmo y motivación que tuvo cada uno de los participantes, su tarea fue difícil, pero, su conocimiento dio la certeza que el ganador fue el que más cumplió con los elementos de la iconografía de los altares.
Mi admiración y agradecimiento por compartir su tiempo, conocimiento y cultura,
Gracias Maestro Ávila,
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