12 de septiembre de 2015

EL RELOJ DE LA UNIVERSIDAD DE HIDALGO




Ya somos varios miles, de verdad muchos y muchos miles, los afortunados transeúntes que hemos escuchado al menos una vez en nuestra vida, la sonoridad bella y tan cotidiana del reloj que impera en el frontón del edificio central de la Universidad Autónoma de Hidalgo, también conocido hoy con el minimizado nombre de Centro Cultural Universitario La Garza, es poco nombre para todo lo que significa el grandioso monumento histórico. Estamos hablando nada más, nada menos, que del segundo inmueble virreinal de Pachuca más importante.



Aparte de su historicidad, el edificio es bellísimo y sin duda es el más emblemático de Pachuca. ¿Cuánta historia habrá gateado, caminado o hasta corrido intra o extra muros? Primeramente como recinto hospitalario y luego como espacio educativo. Estoy enamorado de esa construcción elegante y altiva, tan así, que hice mi tesis doctoral sobre la vocación inicial del establecimiento: su función como casa de alivio.



Al respecto hay cientos de páginas que leer o miles de palabras que decir. ¡Cuántos personajes tan importantes han subido o bajado sus magistrales escalinatas!, y otros tantos que no somos importantes. Pero todos, consciente o inconscientemente hemos escuchado las bellas campanadas del cuarto, la media o la hora. Es un reloj imprescindible en nuestras vidas de estudiante, de profesionista, funcionario, o simple peatón.



Algunos afortunados escucharon su monótono y aburrido toque, mientras eran estudiantes. Otros lo escuchamos mientras íbamos a Servicios Escolares a realizar un trámite. El más odioso de todos -que no el más pesado, pues éste era el de las inscripciones, se perdía todo un día en las interminables filas-, era el de “Sin derecho”, por las faltas a clase.
A mí me tocó por ejemplo, que cuando tuve que hacer la revisión de todas mis materias para la titulación, me dijo el director de Servicios Escolares que yo debía la materia de Matemáticas V, le dije. “No debo ninguna materia de la prepa, pues si no, no tuviera certificado”, me dijo el ladino: “Pues hazlo valer”, le dije: “¿Ante quién?, ¿si ustedes que me lo dieron no me lo reconocen?”. Ya resignado por la burocracia tan absurda, me vi en la necesidad –siendo pasante de derecho-, de recursar la materia preparatoriana. De pronto y casi de la nada, me hablaron por teléfono, pues mágicamente había aparecido mi calificación de ocho en el kardex. Por supuesto que yo jamás he tenido ni tengo influencias a nivel estudiantil o de funcionario en la Autónoma.



Así existen miles de historias del famoso Servicios Escolares. Lo que no me imaginé nunca, es que me vería envuelto otra vez en el edificio hermoso para encontrar mi identidad de investigador y de pronto y casi sin querer, conocí la bellísima maquinaria de tan legendario reloj que se empodera de Pachuca, o al menos de su centro, que ya es decir.
Es el reloj público más antiguo que existe en Pachuca y acaso el más olvidado, sobre todo si se contrasta con el monumental. Ambos tienen una coincidencia: el número cuatro romano, está escrito con cuatro I, en vez del formal IV. ¿Por qué fue escrito así? a lo mejor ese es tema de otra investigación.
Agradezco mucho a Dios la oportunidad que me dio de conocer semejante maravilla de ingeniería que a pesar de los años, no ha necesitado un gran mantenimiento ni cirugía mayor.



El reloj fue comprado en la mejor joyería que existía entonces en casi toda Latinoamérica. Una tienda judía altamente cotizada, llamada Hauser Zivy y Compañía, la mejor proveeduría de ese tipo de artefactos por mucho en todo México y adyacentes. Se dice que se compró en 1887 y tuvo un costo de 1,091.00 pesos.
Lo cierto que aun funciona perfectamente, aunque dice su conservador, el señor Ubaldo, que en realidad toca tres o cuatro minutos ante de la hora real, para que el personal esté atento.
Al parecer es una pequeña maquinita que nadie toma en cuenta, pero en realidad es una maravilla tecnológica que admira y produce amor. Mucho amor, y ha marcado el tiempo de tantos y tantos.
Cuantas parejas en los sombríos jardines del edificio se habrán sobresaltado al escuchar las campanitas bellas pero advertidoras.
Pareciera que Pachuca sólo está marcada por el tiempo. Tiempo que descansa en sus bellos parajes de panteón. Ahí se detuvieron los relojes más bellos y más sonoros del Real de Minas. Pero no para todos (Agradezco a Diana Campero las temerarias fotos de las campanas).









1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy padre el artículo, a la mejor muchos hemos pasado miles de veces frente a este histórico edificio, pero como es mi caso, nunca había apreciado lo que describes, gracias por compartir y valorar los lugares de interés de la bella airosa.
Las fotos que publicas son muy bellas, Mi admiración!!!!