4 de agosto de 2005

CRITICA AL USO DE CIERTO TIPO DE PALABRAS


La ideologización va más allá de meras imposiciones en el mundo de las ideas o creencias del grupo dominante, -que casi siempre está formado por minorías- hacia el resto de la población.

En este sentido, debemos entender que la comunicación puede tener la orientación de informar una realidad, formar la misma, o bien deformar los entes cognoscitivos a través de la comunicación dolosamente alterada, eso sí, sutil e inteligente; es decir, le asignan modelos o formas a las masas manipuladas por los medios controlados, mismos que en muchos de los casos tienen algo que ver con las fuerzas económicas, enfocadas a un desmedido consumismo, sin distingo de clases sociales, en perjuicio, claro, de los que menos tienen, originando por estos vacíos, una frustración que impide la realización y felicidad plenas, por un lado, y pingues y lucrativas ganancias, por el otro.

La comunicación como un sistema de intercambio de significados por medio de códigos preestablecidos, se da desde un guiño de ojo, hasta el complejo mundo satelital y es aquí donde los grupos preponderantes incluyen una cierta carga ideológica subyacente al contenido, -en el mejor de los casos-, esto cuando el contenido no es de plano subliminal. Así el grupo dominante nos dice que vestir, como vestir; que estudiar, en donde, a quien parecernos y como lograrlo, entre otras particularidades que inciden en la personalidad. Desde luego en proporción directa con la cantidad de bienes materiales que se poseen y no tanto de los satisfactores, ni mucho menos de las preocupaciones del alma, mente o espíritu. Así, el grupo dominante nos indica, fuerza o induce, a veces indeciblemente, toda una serie de paradigmas para lograr ser algún venturoso día, típicamente esnob.

Y el lenguaje es una forma poderosísima para alcanzar estos fines, por lo que algunos medios de comunicación modernos, lo han utilizado y aprovechado con suma eficiencia y eficacia, desde luego con el apoyo de otras estrategias como las sonoras y las visuales, a través de imágenes, clichés y estereotipos.

No sólo los españoles en su injustificable invasión y conquista de México, le arrancaron a nuestras culturas precolombinas sus lenguas nativas, sino que ahora nuestro bello idioma se ve enfermo o corrompido por vocablos importados por los gringos de segunda (es decir, mexicanos de primer nivel) que estudian en escuelas extranjeras o hacen sus compras en Miami u otros lugares prohibidos para los que ganan un salario mínimo mexicano.

Así vemos que el sueño de muchos es conocer, o mejor aún, vivir, el american way of life, en detrimento de la maravillosa pluralidad de las etnias, costumbres y tantas realidades tangibles e intangibles que componen el mosaico del patrimonio cultural mexicano; así como el gusto de algunos por traer ropa de marca impronunciable, no importa que caminemos entre baches y basura en las calles de nuestro tercer mundo.

Eludiendo la terminología técnica como la relativa a la cibernética, computación y en si de toda la tecnología, empleamos muchas palabras de origen anglosajón aún cuando existe un equivalente al español.
Ejemplifico: “checar” por auscultación médica, registro de la entrada laboral, cotejo de documentos, revisión de un asunto; “lonchar” por tomar el desayuno, estas, entre muchas otras más que utilizamos imperceptiblemente y de manera natural en la vida cotidiana.

Todo lo anterior es muy independiente de las traducciones viles que hacemos de los diálogos de series de televisión, libros, Internet, etcétera.

Yo estoy de acuerdo de que una lengua humana es un ser vivo con sus consabidas características; nace, se reproduce, muere (y se mezcla, completaría yo.) En ese entendido, los que hacemos gasto de la palabra, (oral o escrita), podemos dejar en desuso algunos vocablos, o bien poner de moda algunos otros; sin embargo el buen decir en buen castellano, habla de una peculiar elegancia que nunca sobraría ostentar.

No es que todo lo externo sea malo (xenofobia), o que todo lo local sea excelente, solo debemos defender lo bueno que tenemos en el interior, sea local, regional y nacional, y lo bueno que existe de la producción universal. Eso creo.

alvavi@esmas.com