Desde que tengo uso de razón, me
ha gustado en demasía, jugar con la imaginación y con las grandes
potencialidades que implica su manejo y embrujo. Es como una necesidad o como
algo implícito en mí. Siempre he desarrollado historias y posibilidades acerca
de casi todo lo que me rodea: personas, lugares, momentos y cosas en general.
Adoro tener ese contacto lúdico con el famoso, “y,…si
hubiera…”. Así, escribí mi primer cuento entre los ocho y diez años de edad.
Los nombres de mis personajes los tomaba de lo
primero que veía enfrente,-esa es la razón por la que uno de ellos se llamó “Mentolatok”, sólo porque lo que primero vi enfrente
fue una pomada de Vick, el medicamento contra los resfriados-. Ésta práctica la
llevaba a cabo especialmente cuando no tenía nada que hacer, léase, estar
formado en la fila para comprar tortillas, por ejemplo.
Mi primer “novela” por decirlo de
algún modo, la escribí en mi periodo escolar de la secundaria, se llamaba
“Viaje nocturno” y se trataba sobre el recorrido de un camión de pasajeros que
durante su ruta habitual que duraba casi toda la noche, sucedían muchos
imprevistos entre los pasajeros, enredos y reflexiones. Me gustó mucho y, con
un miedo incontrolable, me atreví a mostrarle mi manuscrito a mi héroe de entonces,
César Zapata Paz, mi gran admirado profesor de la materia de Español, de quien aprendí mucho. Él con gusto
se llevó mis papeles, y después de dos larguísimos e interminables días, me
llamó al finalizar la clase. Me dijo que me felicitaba por mi trabajo y que
siguiera adelante. ¡Qué emoción indescriptible sentí con sus palabras! Salí
corriendo y al ya no poder aguantarme las ganas, abrí las hojas engrapadas de
mi enorme escrito. Toda la monumental alegría que sentí, se vino completamente
abajo al ver que mis queridas hojas fueron brutalmente azotadas y corregidas por la mala ortografía
que tenía yo, entonces. ¿Uf! Pero eso no me desanimó. Lejos de eso, escribí
otras novelitas llenas de derrochada imaginación. Recuerdo una que me fascinó particularmente,
se trataba de un Hotel que narraba todo lo que le pasaba dentro de sus
cuartos,; sí, era un hotel que hablaba y sentía y que comentaba su parecer
sobre los huéspedes o sobre los dueños, o sobre el calor, o sobre cualquier
cosa que viese sobre su privilegiada posición geográfica. Era una buena novela.
Todas mis novelas se las prestaba a mis amigos y muy especialmente a las novias
que tuve entonces, -de algún modo había que asegurar la poca atracción que
tenían ellas sobre mí, fue mi método, aunque reconozco que no funcionó del todo
como yo esperaba-. Lamentablemente en esos préstamos, también perdí los
originales, pues casi todas, -menos una-, perdí todas mis novelas en esa búsqueda de
encontrar lectores, -seamos honestos, lectoras-,
y si se quiere ser más exigentes, casi fieles.
La novela que aún conservo,
curiosamente se llama “El novelista” y sus personajes principales eran un tal
Horacio Cetera y una tal Alba Lenna Rainin, los nombres por supuesto, los
obtuve de lo que más amo en el mundo: la música. El primero fue un préstamo
cultural tomado del vocalista del grupo Chicago, y el segundo es una
composición de mi nombre y del ser humano que más admiro en el universo : John
Lennon, se me hizo hermoso trasladar esa figura de Lennon a una mujer, pues la
mujer es lo que más embelesa a mis sentidos emociones y sentimientos.
Afortunadamente pude materializar
esa fusión extraña en, Alba Lenna, mi hija, ella tiene un nombre inventado,
pues si bien es cierto “Alba” existe y significa amanecer, Lenna con doble “n”,
no, -Con una “n” sí existe-.
Pronto dejé el género novelístico
y me dediqué más al cuento, de los cuales, -una selección de ellos-, se
publicaron en el libro “Hombre de ninguna parte”, el que incluye además, una
antología de poemas, que es el otro género literario que desde siempre he
cultivado.
Soy escritor por vocación, más
que por necesidad o formalismo. Y como les digo a mis compañeros del programa
de radio: “si con nuestro trabajo arrancamos al menos una sonrisa de algún radioescucha, ya valió la pena pagar los 6.50 pesos
que cobra la combi que nos lleva del centro a la estación de radio”. Trasladando
esta imagen a las letras, digo: que si
logro que alguien reflexione en torno a las ideas que plasmo en mis escritos,
ya valió la pena el gasto del lapicero Bic, o, ahora , el uso de este espacio
virtual…
2 comentarios:
Donde consigo el libro "Hombre de ninguna parte"?. saludos.
Hola. Muchas gracias por el interés. escribe un correo a alvaavi@yahoo.com para ponernos de acuerdo en el envío. El libro es un obsequio. Saludos.
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