Era una tarde cualquiera en Pachuca, con esa ventisca acostumbrada,
con ese sol pícaro, con esas nubes amigas y un cielo azul del cual es bien
difícil tener un poco de desapego.
Era una plaza pública, una de esas pocas que existen en la
ciudad, acaso célebre por su evidente abandono por parte de las autoridades.
Empero, es la placita más céntrica y aun así, no seduce en lo más mínimo para
ser visitada, a lo mejor por su complejo acceso. Diría yo que es un gran
servicio sanitario, porque huele a orines todo el tiempo, aunque sinceramente
no es sucia del todo. Está ubicada en una calle vehicular y no peatonal y quizá
esa posición estratégica la hace única. Para mí significa algunos recuerdos
tempranos porqué era frontera con mi antigua secundaría.
Mi vida aunque no ha sido nada fácil, (pobreza extrema,
enfermedades incurables, traiciones amorosas y otros), es un verdadero paraíso
frente a otros hermanitos que admiro mucho: María y Pedro me dieron la lección
más grande mi vida. El amor existe, Hollywood es una ideología impuesta, Televisa
es una basura absoluta para el cerebro,
Dios existe. El amor es la única razón por la cual estamos vivos.
Sigo siendo el favorito de Dios porque Él me da estos
momentos tan sublimes. He vivido de todo, pero nunca me sublimé tanto hasta que
vi la sonrisa linda de Pedro, guapo, formal, cuida coches quizá.
Un dialogó que penetro mi corazón fue el siguiente:
-Pedro: Tengo que ir a hacer los moldes
-María: Mañana vas
-Pedro: Bueno mañana voy.
¡Que hermosura! Él sólo quería un justificante y ella se lo
dio. Así es de agraciada, de compleja y de sencilla la vida. A veces pienso que
yo estaba solo, mirando las sombras con las que juega el rey sol, cuando se
aburre en las tardes y que de pronto a mis espaldas aparecieron dos avecitas
que hicieron todo lo que dije antes.
Sea lo que sea, otra vez me siento agradecido por el gran privilegio de
vivir ese momento mágico e imborrable, y el otro crédito sí me lo doy yo. Soy
un afortunado de haber tomado esta preciosa foto. Bendiciones María y Pedro por
enseñarme la otra cara de la felicidad, gracias por existir. ¡De verdad los amo!
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